“Un hijo del Inmaculado Corazón de María es
un hombre que arde en caridad y que abrasa por donde pasa; que desea
eficazmente y procura por todos los medios, encender a todo el mundo en el
fuego del divino amor”.
San Antonio María Claret
El 13 de agosto se celebra la festividad de los mártires de Barbastro, muertos en la Guerra Civil española.
De los hechos paradigmáticos ocurridos durante aquella contienda queremos
rescatar, en esta oportunidad, el martirio de los 51 miembros del Seminario
Claretiano de Barbastro, porque como señaló San Juan Pablo II: “es todo un seminario el que afronta con
toda generosidad y valentía su ofrenda martirial al Señor… Todos los
testimonios recibidos nos permiten afirmar que estos claretianos murieron por
ser discípulos de Cristo, por no querer renegar de su fe y de sus votos
religiosos. Por eso, con su sangre derramada nos animan a todos a vivir y a
morir por la palabra de Dios que hemos sido llamados a anunciar. Los mártires
de Barbastro, siguiendo a su fundador San Antonio María Claret, que también
sufrió un atentado en su vida, sentían el mismo deseo de derramar la sangre por
amor de Jesús y de María, expresada con esta exclamación tantas veces cantada:
«Por ti, mi Reina, la sangre dar». Vaya por lo tanto nuestro humilde,
devoto y fervoroso homenaje.
Al iniciarse el Alzamiento, España quedó dividida en dos bandos. Las autoridades de Barbastro (Huesca)
estaban del lado de los enemigos de España, lo que equivale decir declararse
enemigas acérrimas de la Santa Iglesia Católica. Durante los días del
angustioso cautiverio, la canalla marxista dejó muy en claro qué era lo que
realmente los movilizaba: “No odiamos
vuestras personas. Odiamos vuestra profesión, vuestro hábito negro, vuestra
sotana”. En dos palabras: odium fidei.
Si bien fueron días en que el terror y el espanto imprimieron su sello,
todos estaban tranquilos. ¡Dios estaba con ellos! Entonces, ¿quién contra
ellos? “Todos estaban contentos de sufrir
algo por la causa de Dios. Todos perdonaban a sus verdugos y prometían rogar
por ellos en el Cielo”, atestiguó el seminarista argentino Pablo Hall
Fritz, que fuera liberado junto a su compatriota Atilio Cecilio Parussini Sof
el 13 de agosto.
Quien conozca lo ocurrido en esos días de encierro no puede permanecer
impávido.
Al ser conducidos a la muerte todos mostraron una fortaleza invencible,
manifestadas en los cantos y en las aclamaciones a Cristo Rey y al Inmaculado
Corazón de María. La “Salve” y el “Cantemos al Amor de los Amores” eran
entonados mientras los conducían a la muerte.
“Christe, morituri te salutant”. Aquellos que iban a morir saludaban al
Señor y encontraban en Él la principal razón de su holocausto. Por eso a la
indigna y vil propuesta de enrolarse voluntariamente en el ejército rojo, las
respuestas fueron contundentes: “¡Nunca
como ahora tendremos más seguro el Cielo!” y “¡Preferimos morir por Dios y por
España!”.
Los escritos dejados por nuestros héroes nos revelan, asimismo, la
caridad que los consumía.
Uno de ellos, por ejemplo, dejó escrito: “Con el corazón henchido de alegría santa, espero confiado el momento cumbre de mi vida: el martirio. No se nos ha encontrado ninguna causa política. No se nos ha habido ningún juicio. Morimos todos contentos por Cristo, por su Iglesia y por la fe de España”. “Queridos padres: muero mártir por Cristo y por la Iglesia. Muero tranquilo cumpliendo mi sagrado deber. Adiós, hasta el cielo”.Es en una envoltura de un papel de chocolate donde se conservan las últimas palabras de los mártires. Las comienza el Seminarista Faustino Pérez de la siguiente manera: “Agosto, 12 de 1936, en Barbastro. Seis de nuestros compañeros son ya mártires: Pronto esperamos serlo nosotros también. Pero antes queremos hacer constar que morimos perdonando a los que nos quitan la vida y ofreciéndola por la ordenación cristiana del mundo obrero, el reinado definitivo de la Iglesia Católica, por nuestra querida Congregación y por nuestras queridas familias. ¡LA OFRENDA ULTIMA A LA CONGREGACIÓN, DE SUS HIJOS MÁRTIRES! Vive inmortal, Congregación querida. Mientras tengas en las cárceles hijos como los que tienes en Barbastro, no dudes de que tus destinos son eternos. ¡Quisiera haber luchado en tus filas: Bendito sea Dios!”.He aquí la “Ofrenda última a la Congregación”: ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Congregación mártir! (F. Pérez), ¡Viva el reinado social de Jesucristo Obrero! (T. Capdevilla Miró), ¡Viva España Católica! (J.M. Ormo), ¡Viva la Pilarica, patrona de mi tierra! (J. Sánchez Munárriz), ¡Viva el Corazón de María! (E. Ripio), ¡Viva el Beato P. Claret! (A. Sorribes), ¡Viva el Corazón de María! (J. Codinachs), ¡Vivan los mártires! (L. Escalé), ¡Viva el obrerismo católico! (J.M. Ros), ¡Viva la Religión Católica! (M. Martínez), Por Dios, luchar hasta morir (M. Massip), Gracias y gloria a Dios, por todas las cosas. (R. Illa), Mi sangre, Jesús mío, por Vos y por las almas (A.M. Calvo), ¡Viva el Ido. Corazón de María! (E. Casadevall), ¡Viva el Corazón de Jesús! (J.M. Amorós), ¡Viva Cataluña Católica! (F.M. Roura), ¡Viva el Ido. Corazón de María! (S. Riera), Offero libenter meum sanguinem pro Ecclesia el Congregatione (J. Echarri), ¡Quiero pasar mi vida de cielo haciendo bien a los obreros! (R. Novich Rubionet), ¡Viva Dios! ¡Nunca pensé ser digno de gracia tan singular! (F. Castán), ¡Viva Jesucristo Rey! (M. Torraz), ¡Viva Cristo Rey! (E. Codina), Perdono a mis enemigos (J. Figuero), Domine, dimitte illis (A. Viela), ¡Vivan Cristo Rey y el Corazón de María! (R. Briega), ¡Viva Barbastro Católico! (M. Buil), Ofrezco mi sangre por la salvación de las almas (J.L. Brandés), ¡Viva el B. P. Claret, apóstol y obrero! (L. Lladó), ¡Viva Jesucristo Redentor!¡Viva el Corazón de María! (J. Brengaret Pujol), Venga a nos el tu reino (T. Ruiz de Larrínaga), ¡Vivan los Sagrados Corazones de Jesús y de María! (J. Baixeras), ¡Señor, hágase en todo tu divina voluntad! (A.M. Dalmau), ¡Muero por la Congregación y por las almas! (J.M. Blasco), ¡Vivan los Sagrados Corazones de Jesús y de María! (J.M. Badía), ¡Vivan los Sagrados Corazones de Jesús y de María! (P. García Bernal), ¿Y qué ideal? Por ti, mi Reina, la sangre dar (S. Pigem), ¡Viva la Congregación! (A. Miquel), ¡Viva el Corazón de María mi Madre y Cristo Rey, mi redentor! ¡Pater, ignosce illis! (L. Masferrer), ¡Viva el Papa y la Acción Católica! (Ortega).
Sabemos que el testimonio de la sangre reviste un carácter
extraordinario. Y por estar revestido de esa naturaleza excepcional queda
reservado sólo para algunos; por lo que no sabemos si el Señor nos lo pedirá,
aunque en nuestra alma debe estar la disposición a la dación suprema.
En esta época de apostasía que nos toca vivir, que sean los mártires de
Barbastro, cuya solemnidad es el 13 de agosto, los que nos iluminen para que
sepamos ser verdaderos discípulos de Cristo Rey. Y si el Señor nos lo pide,
saber derramar nuestra sangre por no renegar de nuestra Santa Fe.
En este año del Señor de 2015 en que se cumple el septuagésimo noveno
aniversario del inicio de la Cruzada Española que acaudilló el General
Francisco Franco contra los enemigos de Dios y de España, que sea esta legión de bienaventurados la que nos recuerde cantarle, como
ellos, a la Madre de Dios:
“Virgen María, Reina
del Cielo,
dulce consuelo dígnate
dar
cuando en la lucha tu
fiel soldado
caiga abrazado con su
ideal.
¿Y qué ideal?
Por Ti, mi Reina, la
sangre dar”.
¡Viva Cristo Rey,Viva Su Santíma Madre!
ResponderEliminar