Colegio Español de Nuestra Señora del Pilar y Santiago Apóstol

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lunes, 19 de octubre de 2015

España y la inculturación de América por el Prof. Francisco Parada



Desde Malargüe el profesor de historia Francisco Parada nos envía este trabajo sobre el concepto de inculturación y la obra de España en América. Lo compartimos con nuestros lectores porque creemos que es un tema de verdadero interés.


Inculturación y Evangelización
El concepto inculturación es sin dudas nuevo en el lenguaje de la Iglesia, pues Juan Pablo II lo incorporó y lo definió como “encarnación del evangelio en culturas autóctonas, y a la vez introducción de estas en la vida de la Iglesia”[1] pero aunque nuevo en lo nominal antiguo en el accionar, ya que de  hecho, la historia de la iglesia es también la historia de la inculturación. Desde su origen mismo, la iglesia, en su misión evangelizadora ha tenido contacto con las más diversas culturas y ha penetrado en ellas en un proceso de mutuo enriquecimiento, pero sobre todo perfeccionándolas con el mensaje esperanzador y con la luz de la revelación.
Como muy bien decía San Juan Pablo II “El proceso de encuentro y confrontación con las culturas es una experiencia que la iglesia ha vivido desde los comienzos de la predicación del evangelio”.[2]
“Vosotros soy la sal de la tierra y la luz del mundo…y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón”[3] fue el mensaje claro de Jesucristo, de allí que fiel al mismo, sus discípulos darán inicio a ese misterioso proceso de conversión del imperio romano y por ende de la cultura occidental.
La inculturación tiene un sentido análogo al de encarnación pues “desde el punto de vista de la evangelización, la inculturación indica el esfuerzo de hacer penetrar el mensaje de Cristo en un ambiente socio-cultural, buscándose que éste crezca, según todos sus propios valores, en la medida en que son conciliables con el Evangelio. La inculturación mira a la encarnación de la Iglesia en todo pueblo, región o sector social, en el pleno respeto al carácter y genio de toda colectividad humana; el término incluye la idea de enriquecimiento recíproco de las personas y de los grupos implicados en el encuentro del Evangelio con un ambiente social.”[4] Ha sido este (y lo seguirá siendo) el desafío de la iglesia misionera.
Pues entonces, ya que sin el misterio de la encarnación, muerte y resurrección de Jesucristo el hombre andaría a tientas, sin esperanza en su destino final, análogamente las culturas que no gozan de la inculturación evangélica están distantes de su perfección como tal y propensas a la corrupción generalizada. De este modo se entiende que el proceso de secularización comenzado con la modernidad concluya en  nuestros tiempos con lo que se ha denominado la contracultura de la muerte. Y dicho proceso  ha tenido como objetivo desterrar el reinado social de Cristo en lo que muchos autores han   llamado la apostasía de occidente.

La Cristiandad, ejemplo de inculturación
Hubo una época  en que  la que podríamos llamar la Cultura católica, impregnó a la sociedad europea y se prolongó después en América con la conquista y evangelización española, este periodo único de nuestra historia el Papa León XIII intentó sintetizarlo diciendo: “Hubo un tiempo en que la filosofía del evangelio gobernaba los estados. Entonces aquella energía propia de la sabiduría cristiana, aquella su divina virtud había compenetrado las leyes, las instituciones, las costumbres de los pueblos, impregnando todas las clases y relaciones de la sociedad…” ese tiempo fue la Cristiandad.
La cristiandad se inicia con la revelación y con un largo y sacrificado proceso de inculturación que permitió “el paso de la antiquitas pagana a la antiquitas cristiana y que, con santo Tomás llega a madurar”[5]
La inculturación, aunque se manifiesta en hechos tangibles y concretos, es un accionar que trasciende lo puramente humano y fuerzas superiores entran en juego. La formación de la Cristiandad con la sorprendente conversión del imperio romano y la posterior fragmentación de ese orden con el advenimiento de la modernidad, no se explica simplemente de lo puramente histórico. Esta cuestión es lo que tan sencillamente sintetizó Hilarie Belloc en conocida obra “Así ocurrió la Reforma”. Dice el historiador inglés: “Hay dos problemas históricos de importancia vital para nuestra raza. Entenderlos adecuadamente es entendernos…El primero… ¿Cómo llego a ser bautizado el mundo pagano? ¿Qué creó la Cristiandad? El segundo es el desastre del s. XVI. ¿Cómo llegó la Cristiandad a naufragar? ¿Qué causó la reforma?...Ninguna de las dos puede ser respondida totalmente, pues esos enormes cambios espirituales provienen de poderes que están fuera de nuestra experiencia: el cielo y el infierno entran en acción[6]
Pero aún de lo puramente histórico, es innegable que después de siglos de fermentación, en una labor misionera sorprendente e increíble, se dio la inculturación del evangelio en muchos pueblos que decidieron ordenarse y vivir de acuerdo a sus principios y establecer una sociedad esencialmente teocéntrica.
¡Y la Cristiandad tuvo su esplendor! El siglo XIII nos dejó claros síntomas de un orden que ha llegado al punto más sobresaliente de su historia. Santo Tomás y la Escolástica, las universidades y arte gótico, La caballería y las cruzadas y un arquetipo de gobernante cristiano como San Luis Rey de Francia fueron claros testimonios de aquel tiempo. De todos modos este orden establecido sufrirá su debilitamiento y posterior caída como resultado de un complejo proceso de ruptura que tendrá en la rebelión protestante uno de los hechos más significativos.
De todos modos, mientras que la mayoría de las naciones cristianas europeas se sumergían en esta crisis religiosa y por lo tanto moral, política y social, en la Península Ibérica, los reinos transitaban la etapa final de una larga guerra religiosa, la que una vez concluida permitiría la unificación definitiva, dando origen a la llamada España moderna.  A esta nación le corresponderá prolongar a la Cristiandad (con aspectos accidentales muy propios) ya no solo en la península, sino en un nuevo continente, por entonces absolutamente desconocido.
Una nueva etapa de inculturación nacía, la Hispanidad[7].
 
La Inculturación de América
En breve síntesis intentábamos demostrar como la Cristiandad fue resultado de un largo  proceso de inculturación, que puede definirse como el esfuerzo de la Iglesia por hacer penetrar el mensaje de Cristo en un determinado medio socio-cultural, llamándolo a crecer según todos sus valores propios, en cuanto son conciliables con el Evangelio. Este proceso ya en crisis en Europa, sobre todo en el S.XVI se prolongará en América, gracias a la obra conquistadora y misionera.
Aquí las preguntas siempre han sido recurrentes. La evangelización de América ¿fue un gran atropello sobre los pueblos precolombinos y sus culturas? ¿Hubo una imposición religiosa y cultural de una civilización que se sabía superior tecnológicamente? ¿Hubo destrucción o elevación de las culturas autóctonas?[8]  Por lo pronto nos atrevemos a decir que desde la historia, la conquista y evangelización de América sigue siendo un faro para los nuevos desafíos de la evangelización cultural.

A modo de ejemplo (de los muchísimos que existen y que han sido seria y abundantemente estudiados) citaremos algunos, que demuestran que la evangelización de América fue un claro proceso de inculturación, en el que la madre Iglesia fue luz para una de las obras civilizadoras más trascendentales de la historia de la humanidad, recordando que el “implantar el evangelio, impone frecuentemente una conversión de las mentalidades y una enmienda de las costumbres: también las culturas deben ser purificadas y restauradas en Cristo.”[9]
España preservó muchos de los elementos de las culturas precolombinas; y uno de los ejemplos más contundentes fue lo realizado en materia lingüística. Sabido es que la primera intención oficial fue difundir el español; pero se chocó con dificultades obvias, por lo  que se optó por el gigantesco trabajo de aprender las lenguas nativas, lo cual, agregado a la correspondiente redacción de vocabularios y gramática de muchas de ellas, se constituyó en un monumento que algunos consideraron basamento de la moderna filología.
La Iglesia sostuvo, también, que el cuidado pastoral de los aborígenes debía efectuarse en sus idiomas y en efecto se exigió al misionero, en su labor de sacerdote, incluso de maestro de primeras letras como lo hizo en múltiples oportunidades, conociera la lengua de parcialidad correspondiente que debía evangelizar. Y como otro dato, absolutamente olvidado, “Felipe II dispuso en 1.580, que en las universidades de Lima y México se establecieran cátedras de quichua y nahualt”[10].
Cómo no citar entre los tantos ejemplos heroicos el del Padre Alonso de Barzana, sacerdote jesuita, quien en el s. XVI fuera profesor en la universidad de quichua en la universidad de San Marcos de Lima y que llegó a hablar corridamente hasta trece idiomas de los naturales y a escribir los vocabularios de muchos de ellos.[11]
Otro de los aspectos relevantes en este proceso de inculturación, fue que no se obligó a los aborígenes a aprender el castellano. La orden era, solamente estimular su estudio, pero si exigirlo. En la recopilación de Indias se lee: “Y habiendo resuelto que convendrá introducir –la lengua- castellana, ordenamos que a los indios se les pongan maestros, que enseñen a los que voluntariamente la quisiera aprender.”[12]
El gran historiador Vicente Sierra en su obra “El Sentido Misional de La Conquista de América” cita una infinidad de ejemplos, que demuestran claramente como la obra evangelizadora asumió a las culturas precolombinas análogamente como la divinidad de Cristo asumió la naturaleza humana. Dice Sierra “Hemos visto la importancia que la corana dio al aprendizaje por los misioneros, de la lengua de los naturales y cómo el tercer Concilio Limense sancionó aquella política aprobando el catecismo que fuera puesto en la lengua quechua y aymará” y después afirma: “Pero este esfuerzo de los misioneros no demuestra que buscaban hacer ciencia, sino llevar la fe al corazón del indígena: a ello iban dirigidos todos sus anhelos”.[13]
Por último, cómo no recordar que “antes de mediar el siglo XVI, compuso el franciscano fray Francisco Jiménez la primera gramática y el primer vocabulario de lengua azteca. Poco más tarde, fray Alonso de Molina daba a conocer su Arte de la lengua de Nahuatl y un diccionario de la misma con 29.000 palabras”.[14]
Entonces, el concepto inculturación viene de algún modo a sintetizar  lo que la iglesia viene realizando a lo largo de dos milenios y que tiene en la evangelización de América  un paradigma para la nueva evangelización, ya que esta se desarrolló, según las condiciones propias de la época, en la línea de lo que hoy llamamos evangelización integral. Lo recordaba el  Papa Juan Pablo II en Santo Domingo en 1.984 “La expansión de la cristiandad ibérica trajo a los nuevos pueblos el don que estaba en los orígenes y la gestación de Europa –la fe cristiana- con su poder de humanidad y salvación, de dignidad y fraternidad, de justicia y amor” Esta preocupación se plasmaba en hospitales, escuelas, colegios y universidades. Y más aún, podemos afirmar que según los condicionamientos de la época, hubo notables avances en el orden social, tanto a nivel básico familiar como a nivel ciudadano y político a través de las reducciones, donde los aborígenes ostentaban funciones de gobierno.
Juan Pablo II con su lucidez y claridad que lo caracterizaba sintetizó “La cultura que España promocionó en América estuvo impregnada  de principios y sentimientos cristianos, dando lugar a un estilo de vida inspirado en ideales de justicia, de fraternidad y de amor. Todo ello tuvo muchas y felices realizaciones en la actividad teológica, jurídica, educativa y de promoción social”.[15]
                                                             
Bibliografía consultada:
Para Inculturación.
Fides et Inculturatio: Gregorianum  70 (1989) 625-646.
Fides et Ratio, del sumo pontífice Juan Pablo II. http://www.vatican.va/
En general:
Alvarez Zuleta, Enrique. España en América. Editorial Confluencia, 2000.
Belloc, Hilarie. Así Ocurrió la Reforma. Ediciones Thau, 1.984.
Fosbery Aníbal.  La Cultura Católica. Ediciones digital  FASTA. 2.010.
Maetzu, Ramiro de. Defensa de La Hispanidad. Ediciones Thau, 1.986
Saenz, Alfredo. La Cristiandad y su cosmovisión. Editorial Gladius, 2.007.
Sierra, Vicente. El Sentido Misional de la Conquista de América. Editorial Dictio. 1.980.


[1] Slavorum Apostoli, Juan Pablo II Versión digital. http://www.vatican.va
[2] Fides et Ratio.
[3] Mateo 5. 13
[4] Pbro. Zubíllaga Manuel, México,1.992.
[5] Fosbery, Anibal. La Cultura Católica.
[6] Belloc, Hilarie. Así Ocurrió la Reforma. Ed. Thau. 1.984
[7] Utilizamos en concepto tal cual lo definió Ramiro de Maetzu en su tradicional obra “Defensa de la Hispanidad”.
[8] Es importante recordar que nuestro país se modificó el “Día de La Raza” por el de “Diversidad Cultural", para referirnos al 12 de octubre, fecha en la que se recuerda el Descubrimiento de América por Cristóbal Colón. Y que en este cambio nominal hay una cargada tendencia ideológica de considerar a la conquista de América como un hecho nefasto para las culturas aborígenes.
[9] Fides e inculturatio, 1.987.
[10] Konetzle, Richard La población de América latina, 1.968.
[11]http://www.misionjesuitaperuana.com
[12] Cayetano Bruno, Presencia de España en Indias.
[13] Sierra, Vicente. “El sentido Misional de la conquista de América” Pág. 459, 460.
[14] Ibídem, pág. 107.
[15] Discurso en Santo Domingo a los obispos del CELAM (12-10-84)

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