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"Hay una máxima, de algún sensato americano del cual no nos ha llegado el nombre, que versa así: “por Castilla somos gente”.
Coincido con el sentido del artículo impecable, escrito con pasión y admiración pero quisiera hacer un aporte respecto de esa primera frase. Aporte que creo que subraya aún más el contenido del post.
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El teatro de Buenos Aires es émulo de la patria en sus progresos, y en efecto hemos notado que progresa, y avanza en razón directa de nuestro sistema político; quiero decir, que se ha ido corrompiendo a proporción, que nos hemos ido alejando de la verdadera virtud castellana que era nuestra virtud nacional, y formaba nuestro verdadero, apreciable y celebrado carácter: nuestra revolución fue sin duda la más sensata la más honrada, la más noble, de cuantas revoluciones ha habido en este mundo, pues no se redujo más que a reformar nuestra administración corrompidísima, y a gobernarnos por nosotros mismos en el caso que o Fernando volviese al trono, o no quisiese acceder a nuestras justas reclamaciones.
La revolución así concebida no contenía en sus elementos el menor odio contra los españoles, ni la menor adversión contra sus costumbres, que eran las nuestras, ni contra su literatura que era la nuestra ni contra sus virtudes que eran las nuestras, ni mucho menos contra su religión que era la nuestra.
Pero los demagogos, los aventureros, los psicofantas, los tinterillos, los Zoilos indecentes impregnándose en las máximas revolucionarias de tantos libros jacobinos, cuantos abortó en el pasado y presente siglo la falsa filosofía, empezaron a revestir un carácter absolutamente antiespañol; ya vistiéndose de indios para no ser ni indios, ni españoles: ya aprehendiendo el francés para ser parisienses de la noche a la mañana; o el inglés para ser místeres recién desembarcaditos de Plimouth.
Estos despreciables entes avanzaban al teatro para desde las tablas propinar al pueblo, ya el espíritu británico, ya el espíritu gálico, ya el espíritu britano-gálico, pero lo que resultó fue lo que no podía menos de resultar, esto es una tercera entidad, o el espíritu triple gaucho-britano-gálico; pero nunca el espíritu castellano, o el hispanoamericano, e iberocolombiano, que es todo nuestro honor, y forma nuestro carácter; pues por Castilla somos gentes, y Castilla ha sido nuestra gentilia domes[1].
Es muy interesante el artículo por dos motivos: por un lado, porque resalta la unidad cultural de América con España basada en la identidad de costumbres, literatura, virtudes y sobre todo de religión. Por otro lado, porque expresa que son las ideas revolucionarias y jacobinas las que han dado “un carácter absolutamente antiespañol” a nuestra revolución. Y en este espíritu antiespañol, señala la farsa indigenista, pro-gálica o pro-británica que es la que lleva a nuestros pueblos a alejarse “de la verdadera virtud castellana que era nuestra virtud nacional”. Finalmente muestra cómo la cultura, en este caso el teatro, ha sido usado como instrumento para difundir la ideología, esto es a lo que se refiere el fraile cuando dice que avanzaban para "desde las tablas propinar al pueblo" un espíritu ajeno a nuestra cultura, ajeno a nuestra ideosincrasia, ajeno al "espíritu castellano, o el hispanoamericano, e iberocolombiano, que es todo nuestro honor, y forma nuestro carácter; pues por Castilla somos gentes".
Sería buena idea pues para remontar la corriente empaparnos de la cultura que nos devuelva precisamente a aquel espíritu de nuestros orígenes...
[1] “El Teatro de Buenos Aires”, en: El Desengañador gauchi-político…, n. 2, Buenos Aires, [s/f, 1821], p. 27-28.
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