Colegio Español de Nuestra Señora del Pilar y Santiago Apóstol

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jueves, 2 de julio de 2015

¿Qué nos legó España? por el Dr. Carminio Castagno



¿QUÉ NOS LEGÓ ESPAÑA?
UNA MIRADA DESDE EL BICENTENARIO *
Doctor José Carlos CARMINIO CASTAGNO 
Desde la Ciudad de Paraná, Entre Ríos
Facultad de Derecho – Universidad Católica de Cuyo – jccarcas@fibertel.com.ar

1. Las críticas a España comienzan con la impugnación del hecho mismo del “descubrimiento” por Colón, afirmándose que no ha habido tal (sea porque en América ya existía población, que habría comenzado a establecerse desde varias decenas de miles de años atrás o en razón de que habría sido visitada antes por otros europeos[1]).
Va de suyo que descubrir no es “crear” –dado que, obviamente, lo descubierto ya existía- pero tampoco es sólo chocar o toparse con alguna cosa y seguir de largo (o, pasado un tiempo, abandonarla[2]): es encontrar algo que se ignora, conocerlo y hacerlo propio. En tal sentido, España des-cubrió[3] nuestro continente[4], incorporándolo a la civilización occidental, en una ciclópea labor que implicó –por ejemplo- desterrar los sacrificios rituales de seres humanos[5], otras costumbres sanguinarias[6] e, inclusive, hasta la antropofagia que practicaban sus moradores[7].
2. A pesar de que, para algunos, los aborígenes poseían una cultura superior a la europea, es de señalar –como evidencia de lo contrario- que no conocían la rueda ni habían logrado domesticar animales de tiro o carga. Además, poseían un pensamiento mítico, con un sistema de representaciones asociado a una determinada actitud ante la vida  (todo ello enmarcado en una cultura específicamente autóctona, que ciertamente pudo estar –en algunos casos- a una altura muy estimable). Tal concepción debió necesariamente confrontar con la razón filosófica europea, aspirando cada una a prevalecer. Y el que lo hiciera el logos sobre el muthos no constituyó un desgraciado infortunio sino un hecho cultural de primerísimo magnitud, al fructificar en América –como antes había ocurrido en otros sitios[8]- esas mismas semillas esparcidas por los grandes pensadores griegos.
3. El descubrimiento y exploración de estas tierras posibilitó conocer y sistematizar todo lo nuevo que se ofrecía al conocimiento,  lo que dio gran impulso a diversas disciplinas (especialmente a la geografía y a las ciencias naturales[9]).
4. Los primeros auténticos logros científicos –tanto en zoología, botánica y mineralogía- se deben al jesuita José de Acosta[10] -autor de una “Historia natural y moral de las Indias” (1590), en siete tomos[11]; al carmelita descalzo español Fray Antonio Vásquez de Espinosa[12], cuya obra fundamental es “Compendio y descripción de las Indias Occidentales” [13].
5. En cuanto a la región del Plata, se destacan las siguientes obras: “Materia médica misionera”, escrita en 1710 por el Hermano Pedro de Montenegro (médico o protomédico)[14]; “Observaciones fitológicas sobre las plantas rioplatenses” e “Historia natural de la jurisdicción de Buenos Aires”, las dos principales del jesuita santiagueño Gaspar Juárez[15]; “Apuntamientos para la historia natural de los cuadrúpedos del Paraguay y Río de la Plata”[16], “Apuntamientos para la historia natural de los páxaros del Paraguay y Río de la Plata”[17], “Descripción e historia del Paraguay y del Río de la Plata”[18] y “Viajes por la América Meridional”[19] de Félix de Azara[20], y “Diario de la segunda partida de demarcación de límites …” (etc)[21], de Diego de Alvear y Ponce de León (compañero del anterior en la citada Comisión). Debe sumarse a tales aportes el del dominico Fray Manuel Torres, que en 1787 desenterró en las barrancas de Luján el primer megaterio fósil[22].
6. Por lo que hace a la etnografía merecen citarse “Descripción de la Patagonia y de las partes contiguas de la América del Sur”[23], de Tomás Falkner[24]; y “De abiponibus” –extenso estudio en latín sobre los indios abipones, publicado en 1783- del P. Martín Dobrizhoffer[25].
7. En cuanto a las ciencias matemáticas, una progresista iniciativa constituyó la  “Escuela  de  Naútica”, creada por el Consulado de Buenos Aires en 1799, en la que se enseñaba aritmética, álgebra, geometría, trigonometría, cosmografía, geografía,  hidrografía, mecánica, etc.[26]
8. Hay que señalar que la cartografía constituyó un inmediato aporte exclusivamente europeo, ya que los indios sólo conocían la región circundante a la de su habitat o –de tratarse de tribus nómadas- la que recorrían en sus desplazamientos[27].
El primer mapa fue publicado en 1507 por Martín Waldsemüller en su “Cosmografía introductoria” a la versión latina de la “Geografía” de Claudio Tolomeo[28], al cual –en cuanto al Río de la Plata- se suman los siguientes: el llamado “Mapamundi de Gaboto” (1544)[29]; el debido a Alonso de Santa Cruz (1541 o 1560); el de Ruy Díaz de Guzmán (ya en el S. XVII)[30]; la “Carta geográfica de las provincias del Río de la Plata, Tucumán y Paraguay”,  de Juan Ramón[31]; los confeccionados por los jesuitas en los siglos S. XVII y XVIII[32]; y los de Félix de Azara y del cartógrafo Féliz de Oyarvide[33].
9. Las iniciales observaciones astronómicas se efectuaron merced al excepcional talento y tenacidad del jesuita Buenaventura (nomen est omen) Suárez Altamirano[34], quien –sin contar con ningún elemento importado- concluyó en 1706 la construcción del primer telescopio del hemisferio sur en la reducción de Cosme y Damián (Paraguay), confeccionando luego un exactísimo “Lunario de un siglo”[35].
10. La medicina reconoce en el Plata como valioso antecedente el proyecto de 1778 de una Academia de Medicina en Montevideo –cuyo autor fue el Dr. Miguel O´Gorman[36]- que dio lugar un año después a la fundación, por el Virrey Juan José de Vértiz y Salcedo, del Protomedicato del Río de la Plata, instalado en 1780[37].
11. En cuanto a las artes, una especial y elogiosa mención corresponde hacer de los retablos de las iglesias de Nueva España  –muchos de ellos recubiertos en oro 23,  que hoy aparecen magníficamente conservados- y de las obras de los primeros pintores mexicanos, de excelente nivel.
12. En música, fue en verdad notable lo logrado en las Misiones Jesuíticas –en las que se formaron coros de aborígenes que, leyendo las partituras, llegaron a cantar obras polifónicas y ejecutar instrumentos occidentales-, como lo demuestran las composiciones del Hermano Doménico Zípoli (excepcional organista, que compuso numerosas obras en Santa Catalina, provincia de Córdoba, donde falleció[38]).
13. La fundación de nuevos pueblos constituyó un prioritario objetivo de los monarcas españoles, materia que Felipe II sistematizó en las ejemplares “Ordenanzas de descubrimientos, nueva población y pacificación de las Indias”[39]. Su resultado concreto –computando sólo los asentamientos de mayor importancia en su tiempo[40], aunque no hayan subsistido- es el de 3 en el siglo XV[41] y 35 en el siglo XVI[42], a los que sumamos –en la siguiente centuria- nuestra San Fernando del Valle de Catamarca (1683).
13. La predicación del Evangelio –principal finalidad que inspiraron las Bulas de concesión del Papa Alejandro VI, objetivo estrictamente observado por los monarcas españoles[43]- dio sus frutos con la masiva conversión de los aborígenes, la elevación a los altares de santos americanos[44], héroes de la evangelización[45] y auténticos mártires[46], y la perduración del Catolicismo como la religión que aún hoy profesa la mayoría de Hispanoamérica[47].
Por su desconocimiento –u olvido- es bueno recordar que el 1º de abril de 1520,   Domingo de Ramos, se celebró en el actual Puerto San Julián  –provincia de Santa Cruz-  la primera  Misa en lo que es hoy nuestro territorio[48], y que la Constitución Nacional invoca a Dios en su “Preámbulo” y lo menciona en el artículo 19, refiriéndose expresamente al culto “católico apostólico romano”  en el artículo 2°.
14. Resulta imposible desconocer que Castilla nos legó su lengua,  la que –sin perjuicio de variantes regionales- aún hoy se habla corrientemente en toda Hispanoamérica, inclusive por los aborígenes (y hasta por quienes atacan a España). El hecho es aún más significativo si se tiene en cuenta que América semejaba una torre de Babel, con alrededor de dos mil lenguas –tan sólo en México, existían cincuenta idiomas y dialectos- ininteligibles para los españoles y hasta para los aborígenes de etnias diferentes. No es usual que se consigne que el aprendizaje del castellano por los indios era voluntario[49]; que en sus declaraciones y audiencias podían llevar otro intérprete amigo que controlara al traductor oficial[50], y que el Virrey Toledo intentó infructuosamente consagrar el quechua como segunda lengua en el virreinato del Perú.
15. También rigieron en América la legislación castellana y –muy especialmente- la Indiana, que constituye un inimitado ejemplo de suma humanidad[51], de casuística adaptación a un nuevo ámbito –de amplísima extensión, situado a enorme distancia de la metrópoli- y que exhibe características absolutamente propias[52].
16. Otro legado fue su cultura –de tradición grecorromana-cristiana-, difundida sobre todo por 28 universidades (8 fundadas en el siglo XVI[53], 13 en el XVII[54] y 7 en el XVIII[55]) y 14 colegios mayores[56].


17. También las imprentas –esos extraordinarios instrumentos de difusión cultural-  fueron introducidas en nuestro continente, la primera de tales por obra del impresor italiano Juan Pablos (Giovanni Paoli), en la ciudad de México en 1540[57]. En cuanto al Río de la Plata, la primera de que se tiene constancia es una que en las Misiones poseía la Compañía de Jesús[58], que en 1764 introdujo asimismo la segunda imprenta (para el Colegio de Monserrat, en Córdoba)[59].
18. Las primeras obras impresas en América con datos históricos son: El “Diario” del piloto Francisco Albo y “Noticias del nuevo mundo” de Antonio Pigafetta, sobrevivientes ambos de la expedición de Magallanes (travesía iniciada el  20 de septiembre de 1519 y concluida el 6 de septiembre de 1522); “Relación de las cosas sucedidas en el Río de la Plata”, de Pero Hernández (escrita en 1545); “Comentarios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca” (publicados en 1555); “Derrotero y viaje a España y las Indias: 1534-1554”, de Utz (Ulrico)  Schmidel (editado en alemán en 1567); “La Argentina y la conquista del Río de la Plata”, del arcediano[60] español Martín del Barco Centenera (1602); “Descripción breve de toda la tierra del Perú, Tucumán, Río de la Plata y Chile”, del dominico Fray Reginaldo de Lizárraga (Baltasar de Ovando), Obispo de La Imperial y de Asunción (circa 1605); “Anales del Descubrimiento, Población y Conquista del Río de la Plata” –más tarde conocida como "La Argentina manuscrita”-, del criollo Ruy Díaz de Guzmán[61], y “Lazarillo de ciegos caminantes desde Buenos-Ayres hasta Lima, con sus intinerarios …” (etc.), del Comisionado D. Alonso Carrió de La Vandera (publicado en 1773).
19. Corresponde destacar que la Compañía de Jesús contribuyó también en ese campo con sus “cartas anuas” –relaciones que el provincial elevaba cada año, detallando los principales acontecimientos- y las narrativas y descripciones de cronistas regionales, tales como: “Historia de la Provincia del Paraguay de la Compañía de Jesús”, del belga Nicolás de Toict (o del Techo), publicada en latín en 1673; tres cartas a su hermano, del P. Cayetano Cattáneo (1729-30)[62]; “Descripción chorográfica del terreno, ríos, árboles y animales de las dilatadísimas provincias del Chaco Gualamba …” (etc), del P. Pedro Lozano (1733); “Historia de la Compañía en la Provincia del Paraguay”, del mismo autor (1730/45); “Historia del Paraguay”, en francés, del P. Pedro Francisco J. de la Charlevoix (1756)[63]; un relato descriptivo –en alemán, traducido sólo parcialmente- del P. Florián Baucke[64], y Paraguay católico”, del P. José Sánchez Labrador (tercera parte de su citada “Enciclopedia del Paraguay”, referida a la historia política y religiosa).
20. En cuanto a las letras –circunscribiéndonos al ámbito del Río de la Plata- merece consignarse que durante el carnaval de 1789 se estrenó, en el “Teatro de la Ranchería” de Buenos Aires, el drama “Siripo”, de Manuel José de Lavarden[65].
21. Ameritan una separada mención los diccionarios y obras sobre las lenguas aborígenes de autores jesuitas, entre las que destacamos: “Confessionario breve en la lengua del Reyno de Chile, provechoso para confessar a los Indios de Chile y otras personas” (Lima, 1616), “Sermón en lengua de Chile: de los mysterios de nuestra santa fe catholica, para predicarla a los indios infieles del reyno de Chile, dividido en nueve partes pequeñas, acomodadas a su capacidad” (Valladolid, 1621) y “Arte y gramatica general de la lengua que corre en todo el Reyno de Chile, con un vocabulario, y confesionario” (Sevilla, 1684), del P. Luis de Valdivia; “Arte de la lengua guaraní” (Misiones Jesuíticas, 1724), cuyo autor es el limeño P. Antonio Ruiz de Montoya; “Vocabulario de la lengua lule y tonicote” (1732), del P. Antonio Machón; “Catecismo breve, arte y confesionario en la lengua quichua y aymará”[66] y “Arte de la lengua toba”, del P. Alonso de Barzana (publicado en 1893); y “Gramática de la lengua eyguayegui” y “Gramática de la lengua mbayá (o guaicurú)” del P. José Sánchez Labrador[67].
21. Por lo que hace al periodismo en el Plata, el primer periódico impreso fue el “Telégrafo Mercantil, Rural, Político-Económico e Historiógrafo del Río de la Plata”, aparecido en Buenos Aires en abril de 1801[68], al que siguieron –en la misma ciudad[69]- el “Semanario de Agricultura, Industria y Comercio”[70]; la “Gazeta del Gobierno”[71] y el “Correo de Comercio”[72].
22. Nadie puede negar que la mayor parte de la sangre española llegada al nuevo continente se unió a la aborigen, dando lugar a un mestizaje que –por su dimensión- es singular en la historia de los procesos de encuentros, choques y fusiones de pueblos de bagajes culturales tan acentuadamente disímiles[73]. Y si bien es cierto que Castilla concedió a los conquistadores un nuevo título –la “Hidalguía de Indias”[74]- y otras prerrogativas[75], no lo es menos que dispensó a la nobleza aborigen americana un tratamiento y dignidad superiores a los de la propia más alta aristocracia hispana[76].
23. En cuanto al trato que los indígenas recibieron de los españoles, cabe decir inicialmente que fueron muchos los naturales que desde el primer momento se aliaron a aquéllos[77], reaccionando así por la situación de esclavitud a que los tenían sometidos otros aborígenes[78], lo que echa por tierra el difundido  mito de la paradisíaca existencia de que habrían gozado –antes del descubrimiento- los pueblos de estas tierras[79].
24. ¿Cuál fue su condición jurídica? No la de esclavos[80], sino la de “vasallos libres de la Corona de Castilla”[81].
25. Con referencia a los regímenes de trabajo[82] del indio, nos limitaremos a considerar sólo las “encomiendas”[83], dado que tanto la “mita” como el “yanaconazgo” regían en tiempos prehispánicos[84].
No parecen propios de los “lobos, tigres y leones crudelísimos y hambrientos”  –como calificaba Las  Casas a sus compatriotas- ninguno de los abusos que relata Francisco de Alfaro[85], cuyas célebres “Ordenanzas” de 1612 –como antes había ocurrido con las “Leyes Nuevas” de 1542- suscitaron la resistencia y el rechazo de personajes de acrisolada probidad[86] y hasta de los propios encomendados[87].
26. Si bien los hechos repudiables parecen ser una constante de la humanidad –ya que cubren toda su historia[88]-, se silencia algo singular: que quienes primero denunciaron los abusos cometidos contra los indígenas y reaccionaron ante ellos fueron españoles[89]: la propia Isabel de Castilla[90], los frailes Antonio de Montesinos[91] y Pedro de Córdoba, el Cardenal Francisco Jiménez de Cisneros[92], el dominico Francisco de Vitoria[93], los monarcas Carlos I [94]  y Felipe II [95] y tantos otros religiosos y laicos “sin renombre y sin nombre” –al decir de D. Ramón Menéndez Pidal[96]- que trataron muy digna y caritativamente a los naturales.
27. El breve repaso precedente pone en evidencia que lo actuado por España en nuestro continente arroja un saldo positivo, al superar con creces sus defectos, propios de toda obra humana. No es ésta una afirmación sectaria, ya que –además de sus admiradores (que también los ha habido y hay, y no sólo en nuestra Madre Patria[97])- así también se han pronunciado importantes personalidades de otras  naciones[98] y hasta uno de sus más enconados enemigos[99].
28. De allí, la necesidad de reintentar una aproximación a las características particulares que dicho encuentro cultural adquirió en América y en lo que es hoy nuestro país, computando también sus rasgos positivos. Ello implica valorar –además del sensible progreso que significó en el porvenir de los indígenas- que la unión de ambas etnias permitió forjar un pueblo al que todos los hispanoamericanos pertenecemos: el de la raza criolla y mestiza[100].



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* Dada la extensión máxima impuesta a los trabajos para estas “Terceras Jornadas «Hacia el Bicentenario»” –organizadas por la “Red de Universidades Andinas” (“Universidad del Aconcagua”; Mendoza, 30-9-2010)-, hemos debido considerar sólo los aspectos que juzgamos más importantes y limitarnos a un reducido desarrollo. Oportunamente, habremos de ampliar esta contribución. Publicado en “Hernandarias”, Revista del Instituto Argentino de Cultura Hispánica de Córdoba (Año 4, N° 2; Córdoba, diciembre de 2012; págs. 31 a 50).
[1] El Dr. Douglas Wallace, investigador del ADN de los pueblos originarios de América, halló hace unos años un quinto grupo –de origen europeo (al que denominó “X”)- que se suma a los cuatro ya conocidos (A, B, C y D), asiáticos. Se trataría de “olutrenses”, que del sudoeste de Francia emigraron a Norteamérica durante la última glaciación, y cuyo factor se halla en las etnias Ojibwa y Sioux.
[2] Como habría ocurrido con los vikingos, si es que efectivamente llegaron a nuestro continente.
[3] Según el Diccionario de la Lengua Española, las tres primeras acepciones son: “Manifestar, hacer patente. 2. Destapar lo que está tapado o cubierto. 3. Hallar lo que estaba ignorado o escondido, principalmente tierras o mares desconocidos”.
[4] Cuyos conquistadores fueron también conquistados por esta nueva tierra, donde mayoritariamente se quedaron hasta su muerte (en muchos casos a manos de los indígenas: Solís, Valdivia, Garay, Martín de Almendras (1565) y tantos religiosos martirizados: los padres Juan de Salazar (1526), Cristóbal de Albarrán (1583), Luis de la Peña, José de las Heras y Francisco Velásquez (1599), los santos rioplatenses jesuitas (1628) y Juan Yegros (1737, entre muchos otros).
[5] De los mayas en Tikal, de los aztecas –que anualmente emprendían sus “guerras floridas” al sólo objeto de obtener miles de prisioneros a ese fin- y de indios de la cultura Lambayeque (Perú, siglo XIV), que sacrificaban mujeres embarazadas.
[6] Cual la del quebrantamiento de huesos, que los diaguitas aplicaron al riojano P. Mercedario Antonio Torino (“Cortan primero los dedos de los pies. Cortan, luego, los dedos de las manos. Las articulaciones se separan una a una... Y el cuerpo todo del fraile cae a pedazos sobre la tierra reseca.”) (Vide: Luis Mesquita Errea: “La antropología indigenista” (Jornadas de Hispanidad, Córdoba, agosto de 2005). 
[7] Remitimos al artículo de Felipe González Ruiz (en “Revista de las Españas”, N° 75/6; págs. 545/8; Madrid, 1932) y a la obra de Augusto Panyella “Pueblos y razas del mundo” (Edit. Danae; Barcelona, 1984). Sin embargo, todo esto –y mucho más- es justificado por Claude Levi-Strauss –que hasta admite una antropofagia “positiva”- y sus seguidores (Ver, por ejemplo,  “Constructores de Otredad”, de  Mauricio Boivin y otros; Editorial Antropofagia (¡!); Buenos Aires, 2004).
[8] En tierras del occidente cristiano, en el mundo musulmán y en el judío.
[9] Fueron de enorme importancia las exploraciones científicas, muchas de ellas cumplidas por miembros de la Compañía de Jesús. Es de destacar especialmente en dichos campos las dos primeras partes de las tres en que está dividida la “Enciclopedia del Paraguay” del jesuita José Sánchez Labrador, escrita en Ravena, circa 1771: “Paraguay natural” (minerales, rocas, fósiles, ríos, meteorología, terremotos y volcanes) y “Paraguay cultivado” (historia económica).
[10] Antropólogo español, que estuvo en América de 1572 a 1587 y fue profesor en la Universidad de San Marcos (Lima) y luego Rector del Colegio de Salamanca. Escribió también “Peregrinación del hermano Bartolomé Lorenzo”.
[11] Es una obra importantísima, en la que sostiene que los aborígenes americanos habrían cruzado a través de Siberia y que los animales aquí existentes serían una evolución de los europeos (antecedente de la teoría de  Darwin)
[12] Teólogo y escritor, que recorrió América entre 1608 a 1622, a quien asimismo se debe “Viaje y navegación”.
[13] Estaba lista para su impresión en |630 –año de su muerte- y fue hallada más de tres siglos después en la “Colección Barberiniana” de la Biblioteca Vaticana  y publicada por la “Smithsonian Society” en 1942 (traducida al inglés).
[14] Trata allí del uso medicinal de diversas plantas con propiedades curativas, contando con casi un centenar y medio de muy nítidas láminas a pluma, que no fueron publicadas en la edición de 1888.
[15] Publicadas en Roma, donde se radicó luego de la expulsión de la Compañía, creando un jardín botánico con plantas americanas.
[16] Editada en 1801 en francés y en 1802 en castellano.
[17] En tres tomos, publicada en 1802.
[18] Concluida en 1806 y editada en 1847.
[19] En cuatro tomos, fue publicada en francés en 1809, con notas del célebre naturalista Couvier.
[20] Su contribución es multifacética y comprende zoología –describió 448 especies, más de 200 nuevas, insinuando la teoría evolucionista, luego recogida por Darwin (que parece conocía sus obras)-, historia, geografía y cartografía.
[21] En cinco volúmenes, con referencias a los viajes y expediciones, observaciones astronómicas y meteorológicas, fauna, flora, gea, historia y geografía.
[22] El dibujo que –en base a los restos- confeccionó del animal, fue remitido a Madrid, siendo objeto de estudios por parte de sabios europeos.
[23] Con este título fue publicado en castellano en 1911, ya que la primera edición -en inglés- data de 1774.
[24] Médico ingles, ingresó aquí a la Compañía de Jesús, recorriendo el país durante cuatro décadas.
[25] Jesuita austríaco, se ocupó de los aborígenes de la región chaqueña.
[26] Absorbió la “Escuela de geometría, arquitectura, perspectiva y todas las demás especies de dibujos” (de idéntico origen, nacida un poco antes ese mismo año).
[27] Existen relatos de españoles que habían perdido el rumbo, según los cuales los indios –al ser consultados acerca de determinado punto- desconocían su situación o la manera de llegar a él.
[28] También agrega dos cartas de Américo Vespucio –en una de las cuales éste narra su tercer viaje (1501/15022), en el que afirma haber recorrido las costas del Brasil- y propone bautizar con su nombre estas “nuevas tierras”, creyendo que aquél las había descubierto.
[29] Incluye la costa patagónica, el “gran río Paraná”, el Paraguay, el Uruguay y algunos de sus afluentes.
[30] Con latitudes.
[31] “cosmógrafo mayor del Reino del Perú”, publicado en 1683.
[32] Más de un centenar de cartas y mapas, especialmente del interior del país.
[33] No menos de 30, entre 1774 y 1800.
[34] Nacido en Santa Fe el 3 de septiembre de 1679, sabía también algo de medicina y perfeccionó el arte de fundir campanas.
[35] Que comprende de enero de 1740 a diciembre de 1841, fue publicado circa 1744 en Europa (donde asimismo gozaron de marcada preferencia –para determinar los respectivos períodos- sus observaciones de los satélites de Júpiter).
[36] Venido con la expedición de Cevallos a la Colonia del Sacramento, en 1776.
[37] Fue su director el ya mencionado Dr. O´Gorman (“Proto-Médico Real”), actuando el médico Cosme Argerich como Secretario. En 1793 se facultó el dictado de cursos, iniciados en 1801, constituyéndose en la primera escuela de medicina del Río de la Plata –dado que en Córdoba no se dictaba-, incluyendo química y botánica. Fue cerrada, por falta de alumnos, en 1812.
[38] Había nacido en Prato –Toscana, Italia- el 17 de octubre de 1688 y murió el 2 de enero de 1726, tras permanecer allí casi ocho años y medio (sus cenizas están sepultadas en la antigua Iglesia Jesuítica). Sus composiciones –de las que se conservan tres misas, dos salmos, once piezas vocales diversas (himnos, antífonas, etc.) y dos sólo instrumentales (utilizando violines, trompetas y tromba marina)- eran enviadas, mediante emisarios, a los treinta pueblos de las Reducciones.
[39] Promulgadas en el Bosque de Segovia, el 13 de julio de 1573. Consta de 148 capítulos (que regulan: los descubrimientos: del 1 al 31; los asentamientos: del 32 al 137; y las pacificaciones: del 138 al 148). Es de resaltar que, en ellas, se pone de manifiesto la constante preocupación por el respeto hacia los aborígenes.
[40] Por cualquier razón (V. G.: para defensa, reaprovisionamiento, etc.).
[41] Fuerte de la Navidad (1492), en La Española; La Isabela (1493) y Santo Domingo (1498), en la hoy República Dominicana.
[42] Panamá y La Habana (1519); San Juan de Puerto Rico (1521); León y Granada (1524), en Nicaragua; San Salvador (¿1524 o 1525?), en El Salvador; Sancti Spiritus (donde hoy se halla Puerto Gaboto, en nuestra provincia de Santa Fe); Antigua (1527 y 1543), en Guatemala; Puebla de los Ángeles (1531), en México; Quito (1534); Lima (Perú) y Puerto de los Leones (Chubut), en 1535; Buenos Aires, en 1536 (y 1580); Asunción (1537); La Plata (luego Charcas, Chuquisaca, Chuquisaca y Sucre), en 1538; Bogotá (1538 y 1539); Santiago de Chile (1541); Potosí (1545), en Perú; Puerto España (hoy en Trinidad-Tobago); La Paz, Bolivia (1548); Ciudad de Barco (luego S. del Estero), en 1550 y 1553; Londres de la Nueva Inglaterra (1558), en Catamarca; Caracas (1560); Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia, y Mendoza (1561); San Salvador de Jujuy (1561, 1575 y 1593); San Juan (1562); San Miguel de Tucumán (1565); Córdoba y Santa Fe (1573); Tegucigalpa (1578); Salta (1582); Corrientes (1588); La Rioja (1591) y San Luis (1594).
[43] Desde la propia Isabel La Católica, en cuyo testamento se lee: “… nuestra principal intención fue … procurar inducir , y traer los Pueblos de ellas, y los convertir a nuestra Santa Fe Católica … y los doctrinar y enseñar buenas costumbres, y poner en ello la diligencia debida, según  más largamente en las letras de la dicha concesión se contiene.”
[44] Como el indio San Juan Diego, San Martín de Porres y Santa Rosa de Lima, Patrona del continente. De nuestro país corresponde destacar que fue beatificado Ceferino Namuncurá, quien era hijo de Manuel Namuncurá, cacique Mapuche –o sea Araucano (pueblo oriundo de Chile que en el siglo XIX invadió nuestro sur, exterminando a los pacíficos Tehuelches, originarios de la Patagonia)- y de Rosario Burgos, cautiva cristiana.
[45] Cuales Santo Toribio de Mogrovejo, San Francisco Solano, San Martín de Porres y San Juan Macías.
[46] Como los Beatos padres Roque González de Santa Cruz, Alonso Rodríguez y Juan del Castillo.
[47] No es casual que Nuestra Señora de Guadalupe haya sido proclamada "Patrona de toda la América Latina" y de "todas las Américas" por Pío XI, siendo llamada por Pío XII "Emperatriz de las Américas" y – por Juan XXIII- "La misionera celeste del Nuevo Mundo" y "la Madre de las Américas".
[48] La orden fue impartida por Hernando de Magallanes y el celebrante fue el sacerdote español Pedro de Valderrama.
[49] Real Cédula dada en Valladolid, el 7 de junio de 1550.
[50] Ley 12, Título 29, Libro 2 de la Recopilación.
[51] Ante las dudas acerca de si sus normas tuitivas tuvieron efectiva aplicación, damos dos ejemplos de los recogidos en nuestras investigaciones en el Archivo General de Indias: a) Código: ES.41091.AGI/1.16403. 8.3.19//GUATEMALA, 401, L.2, F.176V.: Real Cédula del 29-11-1546: A los comisarios de la Cruzada en Nueva España mandándoles que cumplan la Real Cédula que les fue dada en Barcelona el 1 de mayo de 1543, prohibiéndoles predicar la bula en pueblos indios y forzar a ninguno a tomarla contra su voluntad. b) Código: ES.41091.AGI/1.16403.8.3.19//GUATEMALA,401,L.2,F.176V: Real Cédula del 9-9-1536: Al Gobernador de Nicaragua, para que castigue a un hombre que intentó forzar a una india y la quemó.
[52] Por ejemplo: los funcionarios residentes en las Indias que debían implementar la aplicación de una nueva norma dictada en España, podían –en caso de considerar que no era conveniente su aplicación- acogerse a la fórmula “Se acata, pero no se cumple”. Esta facultad –meramente “suspensiva”, y no “abrogatoria”, como algunos creen- implicaba una enorme responsabilidad, obligando a explicar amplia y fundadamente a la Corona las razones que justificaban la medida. Recibida en la Metrópoli, el Rey -previo asesoramiento- derogaba la norma o insistía en su cumplimiento (ante lo cual, ya no cabía formular observación alguna).
[53] Real y Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino –Santo Domingo, República Dominicana-, por bula del 28 de octubre de 1538 y por Real Cédula del 26 de mayo de 1747; Real y Pontificia Universidad de San Marcos –Lima, Perú-, por Real Provisión del 12 de mayo de 1551 y ratificada por bula del 25 de julio de 1571; Real y Pontificia Universidad de México, por Real Cédula de 21 de septiembre de 1551 y ratificada por bula del 7 de octubre de 1595; Real Universidad de La Plata (Charcas o Chuquisaca y hoy Sucre, Bolivia), por Real Cédula del 11 de julio de 1552; Real y Pontificia Universidad de Santiago de la Paz y de Gorjón –Santo Domingo, República Dominicana-, por Real Cédula de 23 de febrero de 1558; Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino –Bogotá, Colombia-, por bula de 1580, con exequatur Real de 1630; Universidad de San Fulgencio –Quito, Ecuador-, 1586, y Universidad de San Luis, Ecuador. 1594.
[54] Pontificia Universidad de San Ildefonso –Lima, Perú-, por bula del 13 de octubre de 1608; Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino, Santiago de Chile, por Bula papal de 1619; Universidad de Córdoba, Argentina, 1621; Real y Pontificia Universidad de San Francisco Javier –Mérida (Yucatán), México-, por Bula papal de 1621; Pontificia Universidad de San Ignacio de Loyola –Cuzco, Perú-, 1621; Universidad de San Miguel, Chile, por Bula de 1621; Pontificia Universidad de San Francisco Javier –Bogotá, Colombia- por Breve del 9 de julio de 1621, otorgando a la Compañía de Jesús privilegio para fundar universidades, con pase regio del 2 de febrero de 1622; Universidad de San Gregorio Magno, Quito, Ecuador, 1622; Real y Pontificia Universidad de San Francisco Xavier –Sucre, Bolivia- 1624; Universidad del Rosario, Colombia, 1653; Real Universidad de San Carlos Borromeo, Guatemala, por Real Cédula de 31 de enero de 1676; Universidad de San Cristóbal –Huamanga (Ayacucho), Perú-, 1677, y Universidad de San Antonio Abad, Cuzco, Perú, 1692.
[55] Universidad de San Jerónimo, La Habana, Cuba, 1721; Real Universidad de Santa Rosa –Caracas, Venezuela-, por Real Cédula de 22 de diciembre de 1721; Universidad Pencopolitana –Concepción, Chile), 1724; Real Universidad de San Felipe, Santiago de Chile, 1738; Universidad de Santo Tomás de Aquino –Quito, Ecuador- 1786; Universidad de Quito, Ecuador, 1791, y Universidad de Guadalajara, México, 1792.
[56] Real Colegio de San Nicolás Obispo –Pátzcuaro, México-, 1540. Al cambiar la residencia episcopal se traslada a Valladolid (actual Morelia), fusionándose con el Colegio de San Miguel Guayangareo; Real Colegio de San Martín –Lima, Perú-, 11 de agosto de 1582; Real y Antiguo Colegio de San Ildefonso, México, 1588; Real Colegio Seminario de Santo Toribio, Lima, Perú (7 de diciembre de 1590); Real Colegio de San Felipe y San Marcos, Lima, Perú, 28 de junio de 1592; Colegio de San Bartolomé, Bogotá, Colombia, 1604; Real Colegio Convictorio de Nuestra Señora de Monserrat (Córdoba, Argentina, 1687); Real Colegio Convictorio de San Carlos (Lima, Perú, 1770); Real Colegio de San Carlos (Buenos Aires, 1772); Colegio San José de los Infantes de la Santa Iglesia Catedral Metropolitana (Guatemala, 10 de junio de 1781); Real Colegio Seminario de San Buenventura (Mérida Venezuela, 1785), y Real Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando (Lima, Perú, 1808). Como curiosidad, agregamos que en 1792 se creó en Granada –España- el Real Colegio de Nobles Americanos (que no llegó a funcionar).
[57] En el Perú, el primer libro –“Doctrina Christiana y Cathecismo para la Instrucción de los Indios”, de Antonio Ricardo (Lima, 1584)- fue editado en castellano, quechua y aymará.
[58] Probablemente era transportable, dados los diversos lugares que constan en suss impresos (entre 1700 y 1747).
[59] Sus trabajos fueron muy bien recibidos por la calidad de la impresión y el contenido. Fue llevada luego a Buenos Aires por orden de Vértiz e instalada en la “Casa de Niños Expósitos” –fundada el 14 de julio de 1779 y cuyo libro de registro inauguró su Director, Martín de Sarratea, el día 7 de agosto –con el ingreso de una niña negra- en febrero de 1780.
[60] Diácono principal.
[61] Abarca desde el descubrimiento del Río de la Plata hasta la fundación de Santa Fe. Su dedicatoria –“A don Alonso Pérez de Guzmán, el bueno, mi señor; Duque de Medina Sidonia, Conde de Niebla, etc.”- está fechada en La Plata (ciudad de la actual Bolivia) el 25 de julio de 1612.
[62] Publicadas por Ludovico Antonio Muratori en “El cristianismo feliz en las misiones jesuíticas del Paraguay” (1743).
[63] Fue traducida y completada –incluyéndose el lapso 1747-67- en 1779.
[64] Versa sobre Córdoba, Buenos Aires y la Reducción de los mocovíes, en San Javier (Santa Fe) –donde el autor residió entre 1748 y 1767- y está ilustrada con más de cien láminas y dibujos.
[65] Se la considera la primera obra teatral de autor argentino, a pesar de que ese título le corresponde al santafesino D. Antonio Fuentes del Arco, fallecido el 28 de mayo de 1731 en Córdoba (España) –donde estaba pleiteando otro mayorazgo, ya que poseía el de Villar Gallegos- “por disparo de arma de fuego”.
[66] Aunque no fue publicado, sirvió probablemente de base para la traducción al “Catecismo trilingüe”, del Tercer Concilio Limeño.
[67] Cuyos originales autógrafos se conservan en el Archivo Romano de la Compañía de Jesús.
[68] Dirigido y editado por Antonio Cabello y Mesa, proclamaba una enconada tendencia filosófica contra “aquellas voces bárbaras del escolasticismo”. Luego de 110 números, fue clausurado por orden virreinal en octubre de 1802.
[69] Vale recordar que los ingleses que ocupaban Montevideo publicaron –entre mayo y julio de 1807- un periódico bilingüe (llamado en español: “La Estrella del Sur”), que en sus escasos siete números predicó con ahínco la libertad de comercio.
[70] Dirigido por Juan Hipólito Vieytes, apareció el 1° de septiembre de1802, alcanzando 218 ediciones hasta el 11 de febrero de 1807.
[71] Publicación oficial, editada de octubre de 1809 a enero de 1810.
[72] Periódico sabatino dirigido por Manuel Belgrano, del cual se publicaron 58 números desde el 3 de marzo de 1810 hasta el 5 de abril del siguiente año.
[73] Mestizos fueron, entre tantos otros, el Inca Gracilazo de la Vega y Da. Juan Ortiz de Zárate y Yupanqui, mujer del Adelantado Juan Torres de Vera y Aragón, fundador de Corrientes. Fue deliberada política de la Corona que, inicialmente, viniesen sólo hombres –en general, solteros-, a quienes luego se persuadía que casasen (Recopilación: Ley 5,Tít. 5, Lib. 4). Por Real Cédula del 18 de mayo de 1511 –al plantearse dudas acerca de la venida de mujeres solteras- Fernando V resolvió que “los oficiales … provean lo que estimen más provechoso”. Por otras reales disposiciones de 1539 y 1575 se insistió en que ellas no pasasen “sin licencia del Rey”. La prohibición fue absoluta para las mujeres de vida airada; extranjeras;  esposas, hijas y criadas de gitanos, y –por reales cédulas de 11 de abril de 1660 y 22 de noviembre de 1662- las hijas y nueras de los virreyes de Nueva España y de Perú. No se deduzca de ello un menoscabo a la condición femenina, toda vez que hubo damas que ejercieron cargos de gran relevancia en América: Da. María de Toledo y Da. Ana de Borja, el de Virreina (transitoriamente); Da. Mencía Calderón de Sanabria, Da. Juana Ortiz de Zárate y Da. Catalina Montejo, el de Adelantada; Da. Isabel Manrique, Da. Aldonza Villalobos y Da. Beatriz de la Cueva, el de Gobernadora; y Da. Isabel Barreto el de Almirante. En cuanto a los descendientes de españoles aquí nacidos, dieron origen a la estirpe “criolla”, jurídicamente equiparados –a diferencia de lo que ocurre con los “kelpers” de nuestras Islas Malvinas- a los nativos de España (como lo prueban Hernandarias –cuatro veces Gobernador- y el mexicano Vértiz, sobresaliente Virrey del Río de la Plata).
[74] Dice textualmente la 99 de las citadas “Ordenanzas de Poblaciones” de Don Felipe II ((Ley 6, Título 6, Libro 4 de la “Recopilación de las Leyes de Indias”): “Por honrar las personas, hijos y descendientes legítimos de los que se obligaren a hacer población y la hubieren acabado y cumplido su asiento, les hazemos Hijos–dalgo de solar conocido para que en aquella población, y otras cualesquier parte de las Indias, sean Hijos-dalgo y personas nobles de linage y solar conocido, y por tales sean havidos y tenidos, y les concedemos todas las honras y preeminencias que deven haber y gozar todos los Hijos–dalgo y Cavalleros destos Reynos de Castilla, según fueros, leyes y costumbres de España”.
[75] V. G.: Las preferencia para descubridores, pacificadores y pobladores –y sus descendientes- dispuestas en las leyes 2, 3, 4, 5 y 7 del mismo Título, Libro y Recopilación.
[76] En efecto: mientras Carlos I de España –el quinto Emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico de ese nombre- llamaba “Mis Primos” a los 25 títulos con “Grandeza de España” –por él creada en 1520- y “Mis Parientes” a los demás titulados, se dirigía a los caciques indios –desde la carta que en 1543 envió con el Obispo Juan de Zumárraga a “los reyes, príncipes y señores”, al reiniciar la conquista- como “Mis hermanos”, expresión que reiteró en una Real Cédula de 1545, en la cual, además, les concedió la Muy Insigne Orden del Toisón de Oro “a perpetuidad” (tema que hemos desarrollado exhaustivamente en nuestra conferencia “La nobleza aborigen americana en la concepción de Carlos V”, dictada en nuestro país y en España). ¡Cuán diferente fue la actitud de su rival Francisco I, Rey de Francia, quien afirmaba que “los indios son salvajes que viven sin conocimiento de Dios y sin uso de razón”!
[77] Así: los de Tlaxcala –en México- y los Chachapoyas y Cañares (o Cañaris), de Ecuador y Perú.
[78] Respectivamente, Aztecas e Incas, en los casos de la nota anterior.
[79] Calificados de “ovejas mansas” por Las Casas y luego tenidos como arquetipos del inocente “buen salvaje” de Rousseau. No lo confirman los casos de aplicación de la llamada “justicia indígena”, que rige hoy en Bolivia y Ecuador
[80] Excepto los cautivos en “justa guerra”, según el “Requerimiento” de Palacios Rubios. Derogada, por los abusos, la excepción el 2 de agosto de 1530, fue restablecida en 1534 y restringida en las Leyes Nuevas de 1542 sólo a los siempre rebeldes caribes y araucanos (junto a los filipinos mindanaos), pasando así a la Recopilación de 1680 (Leyes del T.2, Lib. 6).
[81] Por Real Cédula del 20 de junio de 1500. Por serlo, debían pagar “pechos”  entre los 18 y los 50 años de edad, excepto los caciques y sus hijos mayores, los alcaldes de reducciones, las mujeres, los indios de Tlaxcala, y los que se sometían pacíficamente (éstos, sólo por el plazo de 10 años). Tales tributos debían ser moderados, podían abonarse en dinero o en frutos de la tierra de cada comarca –según tasación de los Visitadores, designados por las Audiencias- y no exceder los que continuaban pagando a sus señores naturales. A propósito, la Corona debió defender a los indios de las exacciones de los caciques, disponiendo su tasación y –de ser excesivos- su reducción, mediante real cédula del 18 de mayo de 1552 –recordada por otra del 20 de agosto de 1739, en la que además se anulaban los tributos “impuestos tiránicamente”, respetándose sólo “los que tuvieran antigüedad y justo título”-, reiterado ello en las de 15 de septiembre de 1775 y 18 de diciembre de 1778. Esto lo confirma el sabio Alexander von Humboldt: ““Las familias que gozan de los derechos hereditarios del cacicazgo, lejos de proteger la casta de los naturales tributarios, abusan, las más de las veces, de su influjo sobre ellos” (En “Ensayo político sobre el reino de la Nueva España”; Porrúa; México, 1978; pág. 67).
[82] O “de explotación”, para sus detractores.
[83] De origen castellano, de las que había en 1673 sólo 210 en el Río de la Plata, con un promedio de 38 indios en cada una. 
[84] En efecto: ambas instituciones son incaicas y se practicaban profusamente en todo su Imperio.
[85] Este Oidor de la Audiencia de Charcas señala que algunas señoras traían de criadas a muchachas de la encomienda; que otras hacían trabajar a mujeres, niños –o sea, de menos de 15 años- o viejos (mayores de 50 años), y que algunos encomenderos vivían amancebados con indias.
[86] Cuales el Obispo Trejo y Sanabria y del Gobernador Hernando Arias de Saavedra –en sus Memoriales de 1598 y 1603-, amén de los padres Mercedarios y Jesuitas.
[87] Que eran, por lo general, considerados miembros de la familia del encomendero y –por ende- criados y curados por su ama. Lo demuestra irrefutablemente lo sucedido con los indios de la encomienda de Hernandarias, que –al recibir la noticia de que eran libres-  se rebelaron contra él, entendiendo que los abandonaba (en evidente ejemplo de que ese sistema fue quizá el mejor para lograr relacionarse con el indio y cumplir los fines de la conquista).
[88] Desde la más remota antigüedad –también en América, antes de la llegada de los conquistadores- hasta nuestros días (en que se estima –como promedio- que existen 20.000.000 de esclavos).
[89] Por razones ideológicas, el único mencionado (y como el primigenio) es Las Casas, quien concluyó su famosa “Brevísima relación de la destrucción de las Indias” –en la que todo es verosímil, pero poco comprobable- a fines de 1542, publicándose diez años después. Sus adictos afirman, por ejemplo, que consideraba que todo hombre es digno de ser respetado y substancialmente idéntico a los demás, y que su libertad es –luego de la vida- la cosa más preciosa y estimable, por lo cual la esclavitud va contra la ley natural. Sin embargo, en sus Memoriales de 1531 y 1542 promovió la esclavitud de los negros, tolerando la practicada entre los indios (que, por ejemplo, llevó a la muerte a 20.000 prisioneros durante la construcción de la pirámide de Huitzilopochtli). Otra de sus contradicciones fue calificar de “robo” todo lo que se sacase de América, mientras cobraba elevados estipendios como Procurador de los Indios. También se le ha criticado que –amén de interpolar textos al transcribir documentos oficiales (VG: en las Bulas de Alejandro VI)- luego de ser designado Obispo de Chiapas regresó en 1547 a la metrópoli, donde residió hasta morir en 1566.
[90] Cuya ardor tuitivo está presente hasta en su testamento, así: “Suplico al Rey mi Señor muy afectuosamente, y encargo y mando a la Princesa mi hija, y al Príncipe su marido, que … pongan mucha diligencia, y no consientan ni den lugar a que los Indios vecinos y moradores de las dichas Islas y Tierra firme, ganados y por ganar, reciban agravio alguno en sus personas y bienes, mas manden que sean bien y justamente tratados, y si algún agravio han recibido, lo remedien, y provean de manera que no se exceda cosa alguna lo que por las letras apostólicas de la dicha concesión nos es inyungido y mandado. Y Nos, a imitación de su Católico y piadoso zelo, ordenamos y mandamos a los Virreyes, Presidentes, Audiencias, Gobernadores y Justicias Reales, y encargamos a los Arzobispos, Obispos y preelados Eclesiásticos, que tengan esta cláusula muy presente, y guarden lo dispuesto por las leyes, que en orden a la conversión de los naturales, y su Cristiana y Católica doctrina, enseñanza y buen tratamiento están dados.” (Recop.: Ley 1, Tít. 10, Lib.. 6).
[91] Con sus famosos sermones en Santo Domingo, en el adviento de 1511.
[92] Como Regente de la Corona de Castilla, envió en abril de 1516 a tres frailes Jerónimos para gobernar La Española y nombró a Las Casas “Protector de los Indios”.
[93] En 1539 dictó en la Universidad de Salamanca su famosa lección “Relectio de Indiis recenter inventis”.
[94] Que sancionó las “Leyes Nuevas” de 1542.
[95] Quien –a pedido del  mestizo Diego de Torres y Moyachoque, Cacique de Turmequé (hijo de un capitán  encomendero y de una princesa chibcha), como lo ha demostrado el jurista colombiano Hernán Olano García- institucionalizó en 1596 el cargo de “Defensor de los Indios”, ignorado precedente del “ombudsman” o Defensor del Pueblo, que consagra la Constitución sueca de 1809. Pero, sin duda alguna, su máxima gloria en este tema es la sanción –en Madrid, el 19 de diciembre de 1593- de una casi desconocida norma, única en la legislación universal, que dispone: “Ordenamos y mandamos que sean castigados con mayor rigor los Españoles que injuriaren u ofendieren o maltrataren a Indios que si los mismos delitos se cometiesen contra Españoles, y los declaramos por delitos públicos ”(Recop.: Ley 21, Tít. 10, Libro 6).
[96] Confr.: “El Padre Las Casas: su verdadera personalidad” (Madrid; Espasa-Calpe, 1963).
[97] Ha escrito Francisco López de Gómara que "la mayor cosa después de la creación del mundo, sacando la encarnación y muerte del que lo creó, es el descubrimiento de Indias"; y nuestro Enrique de Gandía: “España fue –teórica y prácticamente- la nación colonizadora por excelencia, la mejor colonizadora que hubo en el mundo”. Además, considera al encomendero “la figura más noble y abnegada de la colonización americana” (En “Francisco de Alfaro y la condición social de los indios - Río de la Plata, Paraguay, Tucumán y Perú - Siglos XVI y XVII”; El Ateneo; Buenos Aires, 1939).
[98] Por ejemplo: Humboldt –que habiendo visitado, entre otras, las minas de Guanajuato en 1804- escribió en su ya citada obra: “Es un trabajo libre; no hay rastro de la mita. En ninguna parte goza el común del pueblo más perfectamente del fruto de sus fatigas; no hay ley ninguna que fuerce al indio” y “Acaso tendríamos por más feliz la suerte de los indios, si los comparásemos con la gente del campo de la Curlandia, de la Rusia y de una gran parte de la Alemania Septentrional.” (págs. 48 y 66-67); y en “Acerca de la esclavitud” habla “de la sabiduría y de la dulzura de la legislación española”; el historiador norteamericano Edward Gaylord Bourne (1860-1908), quien calificó la “Recopilación de las Leyes de Indias” de "Monumento de protección y benevolencia" (agregamos que incluso en el tratamiento de los negros libres –a los que refiere ya una Real Cédula del 27 de abril de 1574-, cuyo tributo “no podrá ser igual, sino conforme a la hacienda de cada uno”, estando exceptuados “los viejos, niños y mujeres que no tuvieren casa ni hacienda”, según su L. 1, Tít. 5, Lib. 7); William Howard Taft –Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica de 1908 a 1912-, que expresó: “Los que hemos tenido la oportunidad de ponernos en contacto con la civilización de la raza española y de sus descendientes en América, hemos podido advertir que la raza anglosajona, a pesar de su engreimiento, tiene mucho que aprender del refinamiento intelectual, de la capacidad de raciocinio, del temperamento artístico, de la imaginación poética, de los grandes ideales y de la cortesía de las razas americano-españolas. Es preciso conocer la historia de las colonias (sic) españolas en América para darse cuenta de la enorme suma de energías empleadas por España, sin ayuda alguna, en la obra de la civilización. Las grandes obras públicas realizadas por ella en muchas partes del Nuevo Mundo, ofrecen testimonios de su perseverancia y su espíritu emprendedor, en siglos en que nosotros, los del mundo anglo-sajón, estábamos empeñados en empresas más modestas. La historia de los primeros navegantes y de las primeras colonias españolas, se agranda a medida que se la estudia mejor”; y el historiador alemán Ludwig Pfandl (1881-1942), quien enfatiza: “Nada empero se dice de tanta humanidad y honradez y de tanta caridad salvadora y dispensadora de bendiciones como los misioneros españoles de la Fe derramaron sobre los pueblos sometidos”.
[99] “A España tenemos que agradecérselo todo”, exclamó Antonio Maceo (1845-1896), héroe de las guerras de la independencia cubana y ciertamente uno de los adversarios más fervorosos que España jamás haya enfrentado.
[100] Nos proclamamos así tributarios de las dos fuentes: la indígena –que, pese a no conformar una unidad continental,  proporcionó componentes que merecen ser reconocidos- y la española, que nos aportó la porción mayor de nuestro acervo cultural (del que forma parte la Fe que mayoritariamente profesamos y la lengua que nos une y comunica). Esa es, en síntesis, la verdadera “raza” que surgió a partir de aquél 12 de octubre –fecha hoy tan vilipendiada en Hispanoamérica (en Venezuela, el presidente Hugo Chávez la declaró en 2002 “Día de la Resistencia Indígena” y, en nuestro país, la provincia de La Pampa en 2006 “Día de luto”) mientras en los Estados Unidos de Norteamérica es festejado jubilosamente como “Día de Colón”- y que honramos –adhiriendo a los conceptos que Ignacio Tejerina Carreras y Luis Mesquita Errea desarrollan en sus artículos “Día de la Raza: Día de la América criolla” y “Reflexiones sobre el 12 de octubre” (publicados ambos en “El Diario” de Paraná, en  octubre de 2004- en cada nuevo aniversario.

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