¿QUÉ NOS LEGÓ ESPAÑA?
UNA MIRADA DESDE EL BICENTENARIO *
Doctor José Carlos CARMINIO CASTAGNO
Desde la Ciudad de Paraná, Entre Ríos
Desde la Ciudad de Paraná, Entre Ríos
Facultad de Derecho –
Universidad Católica de Cuyo – jccarcas@fibertel.com.ar
1. Las
críticas a España comienzan con la impugnación del hecho mismo del
“descubrimiento” por Colón, afirmándose que no ha habido tal (sea porque en América
ya existía población, que habría comenzado a establecerse desde varias decenas
de miles de años atrás o en razón de que habría sido visitada antes por otros
europeos[1]).
Va de suyo que descubrir
no es “crear” –dado que, obviamente, lo descubierto ya existía- pero tampoco es
sólo chocar o toparse con alguna cosa y seguir de largo (o, pasado un tiempo,
abandonarla[2]): es encontrar
algo que se ignora, conocerlo y hacerlo propio. En tal sentido, España des-cubrió[3] nuestro continente[4], incorporándolo a
la civilización occidental, en una ciclópea labor que implicó –por ejemplo- desterrar
los sacrificios rituales de seres humanos[5], otras costumbres
sanguinarias[6] e, inclusive, hasta
la antropofagia que practicaban sus moradores[7].
2. A
pesar de que, para algunos, los aborígenes poseían una cultura superior a la
europea, es de señalar –como evidencia de lo contrario- que no conocían la
rueda ni habían logrado domesticar animales de tiro o carga. Además, poseían un
pensamiento mítico, con un sistema de representaciones asociado a una
determinada actitud ante la vida (todo
ello enmarcado en una cultura específicamente autóctona, que ciertamente pudo
estar –en algunos casos- a una altura muy estimable). Tal concepción debió necesariamente
confrontar con la razón filosófica europea, aspirando cada una a prevalecer. Y
el que lo hiciera el logos sobre el muthos no constituyó un desgraciado
infortunio sino un hecho cultural de primerísimo magnitud, al fructificar en América
–como antes había ocurrido en otros sitios[8]- esas mismas
semillas esparcidas por los grandes pensadores griegos.
3.
El descubrimiento y exploración de estas tierras posibilitó conocer y
sistematizar todo lo nuevo que se ofrecía al conocimiento, lo que dio gran impulso a diversas
disciplinas (especialmente a la geografía y a las ciencias naturales[9]).
4. Los
primeros auténticos logros científicos –tanto en zoología, botánica y
mineralogía- se deben al jesuita José de Acosta[10] -autor de una “Historia natural y moral de las Indias”
(1590), en siete tomos[11]; al carmelita
descalzo español Fray Antonio Vásquez de Espinosa[12], cuya obra
fundamental es “Compendio y descripción
de las Indias Occidentales” [13].
5. En
cuanto a la región del Plata, se destacan las siguientes obras: “Materia médica misionera”, escrita en 1710 por el Hermano Pedro de Montenegro
(médico o protomédico)[14]; “Observaciones fitológicas sobre las plantas
rioplatenses” e “Historia natural de
la jurisdicción de Buenos Aires”, las dos principales del jesuita
santiagueño Gaspar Juárez[15]; “Apuntamientos para la historia natural de
los cuadrúpedos del Paraguay y Río de la Plata”[16], “Apuntamientos para la historia natural de
los páxaros del Paraguay y Río de la Plata”[17], “Descripción e historia del Paraguay y del
Río de la Plata”[18] y “Viajes por la América Meridional”[19] de Félix de Azara[20], y “Diario de la segunda partida de demarcación
de límites …” (etc)[21], de Diego de
Alvear y Ponce de León (compañero del anterior en la citada Comisión). Debe
sumarse a tales aportes el del dominico Fray Manuel Torres, que en 1787 desenterró
en las barrancas de Luján el primer megaterio fósil[22].
6.
Por lo que hace a la etnografía merecen citarse “Descripción de la Patagonia
y de las partes contiguas de la
América del Sur”[23], de Tomás Falkner[24]; y “De abiponibus” –extenso estudio en
latín sobre los indios abipones, publicado en 1783- del P. Martín Dobrizhoffer[25].
7.
En cuanto a las ciencias matemáticas, una progresista iniciativa constituyó
la “Escuela de
Naútica”, creada por el Consulado de Buenos Aires en 1799, en la que
se enseñaba aritmética, álgebra, geometría, trigonometría, cosmografía,
geografía, hidrografía, mecánica, etc.[26]
8. Hay
que señalar que la cartografía constituyó un inmediato aporte exclusivamente europeo,
ya que los indios sólo conocían la región circundante a la de su habitat o –de
tratarse de tribus nómadas- la que recorrían en sus desplazamientos[27].
El
primer mapa fue publicado en 1507 por Martín Waldsemüller en su “Cosmografía introductoria” a la versión
latina de la “Geografía” de Claudio
Tolomeo[28], al cual –en
cuanto al Río de la Plata-
se suman los siguientes: el llamado “Mapamundi
de Gaboto” (1544)[29]; el debido a Alonso
de Santa Cruz (1541 o 1560); el de Ruy Díaz de Guzmán (ya en el S. XVII)[30]; la “Carta geográfica de las provincias del Río
de la Plata,
Tucumán y Paraguay”, de Juan Ramón[31]; los
confeccionados por los jesuitas en los siglos S. XVII y XVIII[32]; y los de Félix
de Azara y del cartógrafo Féliz de Oyarvide[33].
9.
Las iniciales observaciones astronómicas se efectuaron merced al excepcional
talento y tenacidad del jesuita Buenaventura (nomen est omen) Suárez Altamirano[34],
quien –sin contar con ningún elemento importado- concluyó en 1706 la construcción
del primer telescopio del hemisferio sur en la reducción de Cosme y Damián
(Paraguay), confeccionando luego un exactísimo “Lunario de un siglo”[35].
10.
La medicina reconoce en el Plata como valioso antecedente el proyecto de 1778
de una Academia de Medicina en Montevideo –cuyo autor fue el Dr. Miguel
O´Gorman[36]- que dio lugar un
año después a la fundación, por el Virrey Juan José de Vértiz y Salcedo, del Protomedicato
del Río de la Plata,
instalado en 1780[37].
11.
En cuanto a las artes, una especial y elogiosa mención corresponde hacer de los
retablos de las iglesias de Nueva España –muchos de ellos recubiertos en oro 23, que hoy aparecen magníficamente conservados- y de las obras de los primeros pintores
mexicanos, de excelente nivel.
12.
En música, fue en verdad notable lo logrado en las Misiones Jesuíticas –en las
que se formaron coros de aborígenes que, leyendo las partituras, llegaron a
cantar obras polifónicas y ejecutar instrumentos occidentales-, como lo
demuestran las composiciones del Hermano Doménico Zípoli (excepcional
organista, que compuso numerosas obras en Santa Catalina, provincia de Córdoba,
donde falleció[38]).
13.
La fundación de nuevos pueblos constituyó un prioritario objetivo de los monarcas
españoles, materia que Felipe II sistematizó en las ejemplares “Ordenanzas de descubrimientos, nueva
población y pacificación de las Indias”[39]. Su resultado
concreto –computando sólo los asentamientos de mayor importancia en su tiempo[40], aunque no hayan
subsistido- es el de 3 en el siglo XV[41] y 35 en el siglo
XVI[42], a los que
sumamos –en la siguiente centuria- nuestra San Fernando del Valle de Catamarca
(1683).
13. La
predicación del Evangelio –principal finalidad que inspiraron las Bulas de
concesión del Papa Alejandro VI, objetivo estrictamente observado por los
monarcas españoles[43]- dio sus frutos
con la masiva conversión de los aborígenes, la elevación a los altares de
santos americanos[44], héroes de la
evangelización[45] y auténticos
mártires[46], y la perduración
del Catolicismo como la religión que aún hoy profesa la mayoría de Hispanoamérica[47].
Por
su desconocimiento –u olvido- es bueno recordar que el 1º de abril de
1520, Domingo de Ramos, se celebró en
el actual Puerto San Julián –provincia
de Santa Cruz- la primera Misa en lo que es hoy nuestro territorio[48], y que la Constitución
Nacional invoca a Dios en su “Preámbulo” y lo menciona en el artículo
19, refiriéndose expresamente al culto “católico
apostólico romano” en el artículo
2°.
14.
Resulta imposible desconocer que Castilla nos legó su lengua, la que –sin perjuicio de variantes regionales-
aún hoy se habla corrientemente en toda Hispanoamérica, inclusive por los
aborígenes (y hasta por quienes atacan a España). El hecho es aún más
significativo si se tiene en cuenta que América semejaba una torre de Babel,
con alrededor de dos mil lenguas –tan sólo en México, existían cincuenta
idiomas y dialectos- ininteligibles para los españoles y hasta para los aborígenes
de etnias diferentes. No es usual que se consigne que el aprendizaje del
castellano por los indios era voluntario[49]; que en sus
declaraciones y audiencias podían llevar otro intérprete amigo que controlara
al traductor oficial[50], y que el Virrey Toledo intentó infructuosamente
consagrar el quechua como segunda lengua en el virreinato del Perú.
15.
También rigieron en América la legislación castellana y –muy especialmente- la Indiana, que constituye un
inimitado ejemplo de suma humanidad[51], de casuística
adaptación a un nuevo ámbito –de amplísima extensión, situado a enorme
distancia de la metrópoli- y que exhibe características absolutamente propias[52].
16.
Otro legado fue su cultura –de tradición grecorromana-cristiana-, difundida
sobre todo por 28 universidades (8 fundadas en el siglo XVI[53], 13 en el XVII[54] y 7 en el XVIII[55]) y 14 colegios
mayores[56].
17.
También las imprentas –esos extraordinarios instrumentos de difusión cultural- fueron introducidas en nuestro continente, la
primera de tales por obra del impresor italiano Juan Pablos (Giovanni Paoli),
en la ciudad de México en 1540[57]. En cuanto al Río
de la Plata, la
primera de que se tiene constancia es una que en las Misiones poseía la Compañía de Jesús[58], que en 1764
introdujo asimismo la segunda imprenta (para el Colegio de Monserrat, en Córdoba)[59].
18. Las
primeras obras impresas en América con datos históricos son: El “Diario” del piloto Francisco Albo y “Noticias del nuevo mundo” de Antonio
Pigafetta, sobrevivientes ambos de la expedición de Magallanes (travesía iniciada
el 20 de septiembre de 1519 y concluida
el 6 de septiembre de 1522); “Relación de
las cosas sucedidas en el Río de la
Plata”, de Pero Hernández (escrita en 1545); “Comentarios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca” (publicados
en 1555); “Derrotero y viaje a España y
las Indias: 1534-1554”,
de Utz (Ulrico) Schmidel (editado en
alemán en 1567); “La Argentina y la conquista
del Río de la Plata”,
del arcediano[60] español Martín
del Barco Centenera (1602); “Descripción
breve de toda la tierra del Perú, Tucumán, Río de la Plata y Chile”, del
dominico Fray Reginaldo de Lizárraga (Baltasar de Ovando), Obispo de La Imperial y de Asunción (circa 1605); “Anales del Descubrimiento, Población y Conquista del Río de la Plata” –más tarde
conocida como "La Argentina manuscrita”-,
del criollo Ruy Díaz de Guzmán[61], y “Lazarillo de ciegos caminantes desde Buenos-Ayres
hasta Lima, con sus intinerarios …” (etc.), del Comisionado D. Alonso
Carrió de La Vandera
(publicado en 1773).
19.
Corresponde destacar que la
Compañía de Jesús contribuyó también en ese campo con sus “cartas anuas” –relaciones que el
provincial elevaba cada año, detallando los principales acontecimientos- y las narrativas
y descripciones de cronistas regionales, tales como: “Historia de la
Provincia del Paraguay de la Compañía de Jesús”,
del belga Nicolás de Toict (o del Techo), publicada en latín en 1673; tres
cartas a su hermano, del P. Cayetano Cattáneo (1729-30)[62]; “Descripción chorográfica del terreno, ríos,
árboles y animales de las dilatadísimas provincias del Chaco Gualamba …” (etc),
del P. Pedro Lozano (1733); “Historia de la Compañía en la Provincia del Paraguay”,
del mismo autor (1730/45); “Historia del
Paraguay”, en francés, del P. Pedro Francisco J. de la Charlevoix (1756)[63]; un relato
descriptivo –en alemán, traducido sólo parcialmente- del P. Florián Baucke[64], y “Paraguay
católico”, del P. José Sánchez Labrador (tercera
parte de su citada “Enciclopedia del
Paraguay”, referida a la historia política y religiosa).
20.
En cuanto a las letras –circunscribiéndonos al ámbito del Río de la Plata- merece consignarse
que durante el carnaval de 1789 se estrenó, en el “Teatro de la Ranchería” de Buenos
Aires, el drama “Siripo”, de Manuel
José de Lavarden[65].
21.
Ameritan una separada mención los diccionarios y obras sobre las lenguas
aborígenes de autores jesuitas, entre las que destacamos: “Confessionario breve en la lengua del Reyno de Chile, provechoso para
confessar a los Indios de Chile y otras personas” (Lima, 1616), “Sermón en lengua de Chile: de los mysterios
de nuestra santa fe catholica, para predicarla a los indios infieles del reyno
de Chile, dividido en nueve partes pequeñas, acomodadas a su capacidad”
(Valladolid, 1621) y “Arte y gramatica
general de la lengua que corre en todo el Reyno de Chile, con un vocabulario, y
confesionario” (Sevilla, 1684), del P. Luis de Valdivia; “Arte de la lengua guaraní” (Misiones
Jesuíticas, 1724), cuyo autor es el limeño P. Antonio Ruiz de Montoya; “Vocabulario de la lengua lule y tonicote” (1732),
del P. Antonio Machón; “Catecismo breve,
arte y confesionario en la lengua quichua y aymará”[66] y “Arte
de la lengua toba”, del P. Alonso de Barzana (publicado en 1893); y “Gramática de la lengua eyguayegui” y “Gramática de la lengua mbayá (o guaicurú)”
del P. José Sánchez Labrador[67].
21.
Por lo que hace al periodismo en el Plata, el primer periódico impreso fue el “Telégrafo Mercantil, Rural,
Político-Económico e Historiógrafo del Río de la Plata”, aparecido en
Buenos Aires en abril de 1801[68], al que siguieron
–en la misma ciudad[69]- el “Semanario de Agricultura, Industria y
Comercio”[70]; la “Gazeta del Gobierno”[71] y el “Correo de Comercio”[72].
22.
Nadie puede negar que la mayor parte de la sangre española llegada al nuevo
continente se unió a la aborigen, dando lugar a un mestizaje que –por su
dimensión- es singular en la historia de los procesos de encuentros, choques y
fusiones de pueblos de bagajes culturales tan acentuadamente disímiles[73]. Y si bien es
cierto que Castilla concedió a los conquistadores un nuevo título –la
“Hidalguía de Indias”[74]- y otras
prerrogativas[75], no lo es menos
que dispensó a la nobleza aborigen americana un tratamiento y dignidad
superiores a los de la propia más alta aristocracia hispana[76].
23.
En cuanto al trato que los indígenas recibieron de los españoles, cabe decir inicialmente
que fueron muchos los naturales que desde el primer momento se aliaron a aquéllos[77], reaccionando así
por la situación de esclavitud a que los tenían sometidos otros aborígenes[78], lo que echa por
tierra el difundido mito de la
paradisíaca existencia de que habrían gozado –antes del descubrimiento- los pueblos
de estas tierras[79].
24.
¿Cuál fue su condición jurídica? No la de esclavos[80], sino la de “vasallos libres de la Corona de Castilla”[81].
25.
Con referencia a los regímenes de trabajo[82] del indio, nos
limitaremos a considerar sólo las “encomiendas”[83], dado que tanto
la “mita” como el “yanaconazgo” regían en tiempos prehispánicos[84].
No
parecen propios de los “lobos, tigres y
leones crudelísimos y hambrientos” –como calificaba Las Casas a sus compatriotas- ninguno de los abusos
que relata Francisco de Alfaro[85], cuyas célebres “Ordenanzas” de 1612 –como antes había
ocurrido con las “Leyes Nuevas” de
1542- suscitaron la resistencia y el rechazo de personajes de acrisolada
probidad[86] y hasta de los
propios encomendados[87].
26.
Si bien los hechos repudiables parecen ser una constante de la humanidad –ya
que cubren toda su historia[88]-, se silencia
algo singular: que quienes primero denunciaron los abusos cometidos contra los
indígenas y reaccionaron ante ellos fueron españoles[89]: la propia Isabel
de Castilla[90], los frailes
Antonio de Montesinos[91] y Pedro de
Córdoba, el Cardenal Francisco Jiménez de Cisneros[92], el dominico Francisco
de Vitoria[93], los monarcas
Carlos I [94] y Felipe II [95] y tantos otros
religiosos y laicos “sin renombre y sin
nombre” –al decir de D. Ramón Menéndez Pidal[96]- que
trataron muy digna y caritativamente a los naturales.
27.
El breve repaso precedente pone en evidencia que lo actuado por España en
nuestro continente arroja un saldo positivo, al superar con creces sus defectos,
propios de toda obra humana. No es ésta una afirmación sectaria, ya que –además
de sus admiradores (que también los ha habido y hay, y no sólo en nuestra Madre
Patria[97])- así también se
han pronunciado importantes personalidades de otras naciones[98] y hasta uno de
sus más enconados enemigos[99].
28. De allí, la necesidad de reintentar una
aproximación a las características particulares que dicho encuentro cultural
adquirió en América y en lo que es hoy nuestro país, computando también sus
rasgos positivos. Ello implica valorar –además del sensible progreso que significó
en el porvenir de los indígenas- que la unión de ambas etnias permitió forjar
un pueblo al que todos los hispanoamericanos pertenecemos: el de la raza
criolla y mestiza[100].
* *
* * *
* Dada la
extensión máxima impuesta a los trabajos para estas “Terceras Jornadas «Hacia el Bicentenario»” –organizadas
por la “Red de Universidades Andinas” (“Universidad del Aconcagua”; Mendoza,
30-9-2010)-, hemos debido considerar sólo los aspectos que juzgamos más
importantes y limitarnos a un reducido desarrollo. Oportunamente, habremos de
ampliar esta contribución. Publicado en “Hernandarias”,
Revista del Instituto Argentino de Cultura Hispánica de Córdoba (Año 4, N° 2;
Córdoba, diciembre de 2012; págs. 31
a 50).
[1] El Dr. Douglas Wallace, investigador del ADN
de los pueblos originarios de América, halló hace unos años un quinto grupo –de
origen europeo (al que denominó “X”)- que se suma a los cuatro ya conocidos (A,
B, C y D), asiáticos. Se trataría de “olutrenses”, que del sudoeste de Francia
emigraron a Norteamérica durante la última glaciación, y cuyo factor se halla
en las etnias Ojibwa y Sioux.
[2] Como habría ocurrido con los vikingos, si es
que efectivamente llegaron a nuestro continente.
[3] Según el Diccionario de la Lengua Española, las tres
primeras acepciones son: “Manifestar,
hacer patente. 2. Destapar lo que está tapado o cubierto. 3. Hallar lo que
estaba ignorado o escondido, principalmente tierras o mares desconocidos”.
[4] Cuyos conquistadores fueron también
conquistados por esta nueva tierra, donde mayoritariamente se quedaron hasta su
muerte (en muchos casos a manos de los indígenas: Solís, Valdivia, Garay,
Martín de Almendras (1565) y tantos religiosos martirizados: los padres Juan de
Salazar (1526), Cristóbal de Albarrán (1583), Luis de la Peña, José de las Heras y
Francisco Velásquez (1599), los santos rioplatenses jesuitas (1628) y Juan
Yegros (1737, entre muchos otros).
[5] De los mayas en Tikal, de los
aztecas –que anualmente emprendían sus “guerras floridas” al sólo objeto de
obtener miles de prisioneros a ese fin- y de indios de la cultura Lambayeque
(Perú, siglo XIV), que sacrificaban mujeres embarazadas.
[6] Cual la del quebrantamiento de huesos, que los
diaguitas aplicaron al riojano P. Mercedario Antonio Torino (“Cortan primero los dedos de los pies.
Cortan, luego, los dedos de las manos. Las articulaciones se separan una a
una... Y el cuerpo todo del fraile cae a pedazos sobre la tierra reseca.”)
(Vide: Luis Mesquita Errea: “La
antropología indigenista” (Jornadas de Hispanidad, Córdoba, agosto de
2005).
[7] Remitimos al artículo de Felipe González Ruiz (en “Revista de las Españas”, N° 75/6; págs.
545/8; Madrid, 1932) y a la obra de Augusto Panyella “Pueblos y razas del mundo” (Edit. Danae; Barcelona, 1984). Sin
embargo, todo esto –y mucho más- es justificado por Claude Levi-Strauss –que
hasta admite una antropofagia “positiva”- y sus seguidores (Ver, por
ejemplo, “Constructores de Otredad”, de
Mauricio Boivin y otros; Editorial Antropofagia (¡!); Buenos Aires,
2004).
[8] En tierras del occidente cristiano, en el
mundo musulmán y en el judío.
[9] Fueron de enorme importancia las
exploraciones científicas, muchas de ellas cumplidas por
miembros de la Compañía
de Jesús. Es de destacar especialmente en dichos campos las dos primeras partes
de las tres en que está dividida la “Enciclopedia
del Paraguay” del jesuita José Sánchez Labrador, escrita en Ravena, circa 1771: “Paraguay natural” (minerales, rocas, fósiles, ríos, meteorología,
terremotos y volcanes) y “Paraguay
cultivado” (historia económica).
[10] Antropólogo español, que estuvo en América
de 1572 a
1587 y fue profesor en la
Universidad de San Marcos (Lima) y luego Rector del Colegio
de Salamanca. Escribió también “Peregrinación
del hermano Bartolomé Lorenzo”.
[11] Es una obra importantísima, en la que
sostiene que los aborígenes americanos habrían cruzado a través de Siberia y
que los animales aquí existentes serían una evolución de los europeos
(antecedente de la teoría de Darwin)
[12] Teólogo y escritor, que recorrió América
entre 1608 a
1622, a
quien asimismo se debe “Viaje y
navegación”.
[13] Estaba lista para su impresión en |630 –año
de su muerte- y fue hallada más de tres siglos después en la “Colección
Barberiniana” de la
Biblioteca Vaticana y
publicada por la “Smithsonian Society” en 1942 (traducida al inglés).
[14] Trata allí del uso medicinal de diversas
plantas con propiedades curativas, contando con casi un centenar y medio de muy
nítidas láminas a pluma, que no fueron publicadas en la edición de 1888.
[15] Publicadas en Roma, donde se radicó luego de
la expulsión de la Compañía,
creando un jardín botánico con plantas americanas.
[16] Editada en 1801 en francés y en 1802 en
castellano.
[17] En tres tomos, publicada en 1802.
[18] Concluida en 1806 y editada en 1847.
[19] En cuatro tomos, fue publicada en francés en
1809, con notas del célebre naturalista Couvier.
[20] Su contribución es multifacética y comprende
zoología –describió 448 especies, más de 200 nuevas, insinuando la teoría
evolucionista, luego recogida por Darwin (que parece conocía sus obras)-,
historia, geografía y cartografía.
[21] En cinco volúmenes, con referencias a los
viajes y expediciones, observaciones astronómicas y meteorológicas, fauna,
flora, gea, historia y geografía.
[22] El dibujo que –en base a los restos-
confeccionó del animal, fue remitido a Madrid, siendo objeto de estudios por
parte de sabios europeos.
[23] Con este título fue publicado en castellano en 1911,
ya que la primera edición -en inglés- data de 1774.
[24] Médico ingles, ingresó aquí a la Compañía de Jesús, recorriendo
el país durante cuatro décadas.
[25] Jesuita austríaco, se ocupó de los
aborígenes de la región chaqueña.
[26] Absorbió la “Escuela de geometría, arquitectura, perspectiva y todas las demás
especies de dibujos” (de idéntico origen, nacida un poco antes ese mismo
año).
[27] Existen relatos de españoles que habían
perdido el rumbo, según los cuales los indios –al ser consultados acerca de
determinado punto- desconocían su situación o la manera de llegar a él.
[28] También agrega dos cartas de Américo
Vespucio –en una de las cuales éste narra su tercer viaje (1501/15022), en el
que afirma haber recorrido las costas del Brasil- y propone bautizar con su
nombre estas “nuevas tierras”, creyendo que aquél las había descubierto.
[29] Incluye la costa patagónica, el “gran río
Paraná”, el Paraguay, el Uruguay y algunos de sus afluentes.
[30] Con latitudes.
[31] “cosmógrafo
mayor del Reino del Perú”, publicado en 1683.
[32] Más de un centenar de cartas y mapas,
especialmente del interior del país.
[33] No menos de 30, entre 1774 y 1800.
[34] Nacido en Santa Fe el 3 de septiembre de
1679, sabía también algo de medicina y perfeccionó el arte de fundir campanas.
[35] Que comprende de enero de 1740 a diciembre de 1841,
fue publicado circa 1744 en Europa
(donde asimismo gozaron de marcada preferencia –para determinar los respectivos
períodos- sus observaciones de los satélites de Júpiter).
[36] Venido con la expedición de Cevallos a la Colonia del Sacramento, en
1776.
[37] Fue su director el ya mencionado Dr.
O´Gorman (“Proto-Médico Real”),
actuando el médico Cosme Argerich como Secretario. En 1793 se facultó el
dictado de cursos, iniciados en 1801, constituyéndose en la primera escuela de
medicina del Río de la Plata
–dado que en Córdoba no se dictaba-, incluyendo química y botánica. Fue
cerrada, por falta de alumnos, en 1812.
[38] Había nacido en Prato –Toscana, Italia- el
17 de octubre de 1688 y murió el 2 de enero de 1726, tras permanecer allí casi
ocho años y medio (sus cenizas están sepultadas en la antigua Iglesia
Jesuítica). Sus composiciones –de las que se conservan tres misas, dos salmos,
once piezas vocales diversas (himnos, antífonas, etc.) y dos sólo
instrumentales (utilizando violines, trompetas y tromba marina)- eran enviadas,
mediante emisarios, a los treinta pueblos de las Reducciones.
[39] Promulgadas en el Bosque de Segovia, el 13
de julio de 1573. Consta de 148 capítulos (que regulan: los descubrimientos:
del 1 al 31; los asentamientos: del 32 al 137; y las pacificaciones: del 138 al
148). Es de resaltar que, en ellas, se pone de manifiesto la constante
preocupación por el respeto hacia los aborígenes.
[40] Por cualquier razón (V. G.: para defensa,
reaprovisionamiento, etc.).
[41] Fuerte de la Navidad (1492), en La Española; La Isabela (1493) y Santo
Domingo (1498), en la hoy República Dominicana.
[42] Panamá y La Habana (1519); San Juan de
Puerto Rico (1521); León y Granada (1524), en Nicaragua; San Salvador (¿1524 o
1525?), en El Salvador; Sancti Spiritus (donde hoy se halla Puerto Gaboto, en
nuestra provincia de Santa Fe); Antigua (1527 y 1543), en Guatemala; Puebla de
los Ángeles (1531), en México; Quito (1534); Lima (Perú) y Puerto de los Leones
(Chubut), en 1535; Buenos Aires, en 1536 (y 1580); Asunción (1537); La Plata (luego Charcas,
Chuquisaca, Chuquisaca y Sucre), en 1538; Bogotá (1538 y 1539); Santiago de
Chile (1541); Potosí (1545), en Perú; Puerto España (hoy en Trinidad-Tobago); La Paz, Bolivia (1548); Ciudad de
Barco (luego S. del Estero), en 1550 y 1553; Londres de la Nueva Inglaterra
(1558), en Catamarca; Caracas (1560); Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia, y
Mendoza (1561); San Salvador de Jujuy (1561, 1575 y 1593); San Juan (1562); San
Miguel de Tucumán (1565); Córdoba y Santa Fe (1573); Tegucigalpa (1578); Salta
(1582); Corrientes (1588); La
Rioja (1591) y San Luis (1594).
[43] Desde la propia Isabel La Católica, en cuyo
testamento se lee: “… nuestra principal
intención fue … procurar inducir , y traer los Pueblos de ellas, y los
convertir a nuestra Santa Fe Católica … y los doctrinar y enseñar buenas
costumbres, y poner en ello la diligencia debida, según más largamente en las letras de la dicha
concesión se contiene.”
[44] Como el indio San Juan Diego, San Martín de
Porres y Santa Rosa de Lima, Patrona del continente. De nuestro país
corresponde destacar que fue beatificado Ceferino Namuncurá, quien era hijo de
Manuel Namuncurá, cacique Mapuche –o sea Araucano (pueblo oriundo de Chile que
en el siglo XIX invadió nuestro sur, exterminando a los pacíficos Tehuelches,
originarios de la Patagonia)-
y de Rosario Burgos, cautiva cristiana.
[45] Cuales Santo Toribio de Mogrovejo, San Francisco
Solano, San Martín de Porres y San Juan Macías.
[46] Como los Beatos padres Roque González de
Santa Cruz, Alonso Rodríguez y Juan del Castillo.
[47] No es casual que Nuestra Señora de Guadalupe haya sido
proclamada "Patrona de toda la América Latina"
y de "todas las Américas"
por Pío XI, siendo llamada por Pío XII "Emperatriz
de las Américas" y – por Juan XXIII- "La misionera celeste del Nuevo Mundo" y "la Madre de las Américas".
[48] La orden fue impartida por Hernando de
Magallanes y el celebrante fue el sacerdote español Pedro de Valderrama.
[49] Real Cédula dada en Valladolid, el 7 de
junio de 1550.
[50] Ley 12, Título 29, Libro 2 de la Recopilación.
[51] Ante las dudas acerca de si sus normas tuitivas tuvieron
efectiva aplicación, damos dos ejemplos de los recogidos en nuestras
investigaciones en el Archivo General de Indias: a) Código: ES.41091.AGI/1.16403.
8.3.19//GUATEMALA, 401, L.2,
F.176V.: Real Cédula del 29-11-1546: A los comisarios de la Cruzada en Nueva España
mandándoles que cumplan la
Real Cédula que les fue dada en Barcelona el 1 de mayo de
1543, prohibiéndoles predicar la bula en pueblos indios y forzar a ninguno a
tomarla contra su voluntad. b) Código:
ES.41091.AGI/1.16403.8.3.19//GUATEMALA,401,L.2,F.176V: Real Cédula del
9-9-1536: Al Gobernador de Nicaragua, para que castigue a un hombre que intentó
forzar a una india y la quemó.
[52] Por ejemplo: los funcionarios residentes en las Indias
que debían implementar la aplicación de una nueva norma dictada en España,
podían –en caso de considerar que no era conveniente su aplicación- acogerse a
la fórmula “Se acata, pero no se cumple”.
Esta facultad –meramente “suspensiva”, y no “abrogatoria”, como algunos creen-
implicaba una enorme responsabilidad, obligando a explicar amplia y
fundadamente a la Corona
las razones que justificaban la medida. Recibida en la Metrópoli, el Rey
-previo asesoramiento- derogaba la norma o insistía en su cumplimiento (ante lo
cual, ya no cabía formular observación alguna).
[53] Real y Pontificia Universidad de Santo Tomás
de Aquino –Santo Domingo, República Dominicana-, por bula del 28 de octubre de
1538 y por Real Cédula del 26 de mayo de 1747; Real y Pontificia Universidad de
San Marcos –Lima, Perú-, por Real Provisión del 12 de mayo de 1551 y ratificada
por bula del 25 de julio de 1571; Real y Pontificia Universidad de México, por
Real Cédula de 21 de septiembre de 1551 y ratificada por bula del 7 de octubre
de 1595; Real Universidad de La
Plata (Charcas o Chuquisaca y hoy Sucre, Bolivia), por Real
Cédula del 11 de julio de 1552; Real y Pontificia Universidad de Santiago de la Paz y de Gorjón –Santo
Domingo, República Dominicana-, por Real Cédula de 23 de febrero de 1558;
Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino –Bogotá, Colombia-, por bula de
1580, con exequatur Real de 1630; Universidad de San Fulgencio –Quito,
Ecuador-, 1586, y Universidad de San Luis, Ecuador. 1594.
[54] Pontificia Universidad de San Ildefonso
–Lima, Perú-, por bula del 13 de octubre de 1608; Pontificia Universidad de
Santo Tomás de Aquino, Santiago de Chile, por Bula papal de 1619; Universidad
de Córdoba, Argentina, 1621; Real y Pontificia Universidad de San Francisco
Javier –Mérida (Yucatán), México-, por Bula papal de 1621; Pontificia
Universidad de San Ignacio de Loyola –Cuzco, Perú-, 1621; Universidad de San
Miguel, Chile, por Bula de 1621; Pontificia Universidad de San Francisco Javier
–Bogotá, Colombia- por Breve del 9 de julio de 1621, otorgando a la Compañía de Jesús privilegio
para fundar universidades, con pase regio del 2 de febrero de 1622; Universidad
de San Gregorio Magno, Quito, Ecuador, 1622; Real y Pontificia Universidad de
San Francisco Xavier –Sucre, Bolivia- 1624; Universidad del Rosario, Colombia,
1653; Real Universidad de San Carlos Borromeo, Guatemala, por Real Cédula de 31
de enero de 1676; Universidad de San Cristóbal –Huamanga (Ayacucho), Perú-,
1677, y Universidad de San Antonio Abad, Cuzco, Perú, 1692.
[55] Universidad de San Jerónimo, La Habana, Cuba, 1721; Real
Universidad de Santa Rosa –Caracas, Venezuela-, por Real Cédula de 22 de
diciembre de 1721; Universidad Pencopolitana –Concepción, Chile), 1724; Real
Universidad de San Felipe, Santiago de Chile, 1738; Universidad de Santo Tomás
de Aquino –Quito, Ecuador- 1786; Universidad de Quito, Ecuador, 1791, y
Universidad de Guadalajara, México, 1792.
[56] Real Colegio de San Nicolás Obispo
–Pátzcuaro, México-, 1540. Al cambiar la residencia episcopal se traslada a
Valladolid (actual Morelia), fusionándose con el Colegio de San Miguel
Guayangareo; Real Colegio de San Martín –Lima, Perú-, 11 de agosto de 1582;
Real y Antiguo Colegio de San Ildefonso, México, 1588; Real Colegio Seminario
de Santo Toribio, Lima, Perú (7 de diciembre de 1590); Real Colegio de San
Felipe y San Marcos, Lima, Perú, 28 de junio de 1592; Colegio de San Bartolomé,
Bogotá, Colombia, 1604; Real Colegio Convictorio de Nuestra Señora de Monserrat
(Córdoba, Argentina, 1687); Real Colegio Convictorio de San Carlos (Lima, Perú,
1770); Real Colegio de San Carlos (Buenos Aires, 1772); Colegio San José de los
Infantes de la Santa
Iglesia Catedral Metropolitana (Guatemala, 10 de junio de
1781); Real Colegio Seminario de San Buenventura (Mérida Venezuela, 1785), y
Real Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando (Lima, Perú, 1808). Como
curiosidad, agregamos que en 1792 se creó en Granada –España- el Real Colegio
de Nobles Americanos (que no llegó a funcionar).
[57] En el Perú, el primer libro –“Doctrina
Christiana y Cathecismo para la
Instrucción de los Indios”, de Antonio Ricardo (Lima, 1584)-
fue editado en castellano, quechua y aymará.
[58] Probablemente era transportable, dados los
diversos lugares que constan en suss impresos (entre 1700 y 1747).
[59] Sus trabajos fueron muy bien recibidos por
la calidad de la impresión y el contenido. Fue llevada luego a Buenos Aires por
orden de Vértiz e instalada en la “Casa
de Niños Expósitos” –fundada el 14 de julio de 1779 y cuyo libro de
registro inauguró su Director, Martín de Sarratea, el día 7 de agosto –con el
ingreso de una niña negra- en febrero de 1780.
[60] Diácono principal.
[61] Abarca desde el descubrimiento del Río de la Plata hasta la fundación de
Santa Fe. Su dedicatoria –“A don Alonso
Pérez de Guzmán, el bueno, mi señor; Duque de Medina Sidonia, Conde de Niebla,
etc.”- está fechada en La
Plata (ciudad de la actual Bolivia) el 25 de julio de 1612.
[62] Publicadas por Ludovico Antonio Muratori en “El cristianismo feliz en las misiones
jesuíticas del Paraguay” (1743).
[63] Fue traducida y completada –incluyéndose el
lapso 1747-67- en 1779.
[64] Versa sobre Córdoba, Buenos Aires y la Reducción de los mocovíes,
en San Javier (Santa Fe) –donde el autor residió entre 1748 y 1767- y está
ilustrada con más de cien láminas y dibujos.
[65] Se la considera la primera obra teatral de
autor argentino, a pesar de que ese título le corresponde al santafesino D.
Antonio Fuentes del Arco, fallecido el 28 de mayo de 1731 en Córdoba (España)
–donde estaba pleiteando otro mayorazgo, ya que poseía el de Villar Gallegos- “por disparo de arma de fuego”.
[66] Aunque no fue publicado, sirvió
probablemente de base para la traducción al “Catecismo
trilingüe”, del Tercer Concilio Limeño.
[67] Cuyos originales autógrafos se conservan en el Archivo
Romano de la Compañía
de Jesús.
[68] Dirigido y editado por Antonio Cabello y
Mesa, proclamaba una enconada tendencia filosófica contra “aquellas voces bárbaras del escolasticismo”. Luego de 110 números,
fue clausurado por orden virreinal en octubre de 1802.
[69] Vale recordar que los ingleses que ocupaban
Montevideo publicaron –entre mayo y julio de 1807- un periódico bilingüe
(llamado en español: “La Estrella
del Sur”), que en sus escasos siete números predicó con ahínco la libertad de
comercio.
[70] Dirigido por Juan Hipólito Vieytes, apareció
el 1° de septiembre de1802, alcanzando 218 ediciones hasta el 11 de febrero de
1807.
[71] Publicación oficial, editada de octubre de 1809 a enero de 1810.
[72] Periódico sabatino dirigido por Manuel
Belgrano, del cual se publicaron 58 números desde el 3 de marzo de 1810 hasta
el 5 de abril del siguiente año.
[73] Mestizos fueron, entre tantos otros, el Inca Gracilazo
de la Vega y Da.
Juan Ortiz de Zárate y Yupanqui, mujer del Adelantado Juan Torres de Vera y
Aragón, fundador de Corrientes. Fue
deliberada política de la Corona
que, inicialmente, viniesen sólo hombres –en general, solteros-, a quienes
luego se persuadía que casasen (Recopilación:
Ley 5,Tít. 5, Lib. 4). Por Real Cédula del 18 de mayo de 1511 –al plantearse dudas acerca de
la venida de mujeres solteras- Fernando V resolvió que “los oficiales … provean lo que estimen más provechoso”. Por otras
reales disposiciones de 1539 y 1575 se insistió en que ellas no pasasen “sin licencia del Rey”. La prohibición
fue absoluta para las mujeres de vida airada; extranjeras; esposas, hijas y criadas de gitanos, y –por
reales cédulas de 11 de abril de 1660 y 22 de noviembre de 1662- las hijas y
nueras de los virreyes de Nueva España y de Perú. No se deduzca de ello un
menoscabo a la condición femenina, toda vez que hubo damas que ejercieron
cargos de gran relevancia en América: Da. María de Toledo y Da. Ana de Borja,
el de Virreina (transitoriamente); Da. Mencía Calderón de Sanabria, Da. Juana
Ortiz de Zárate y Da. Catalina Montejo, el de Adelantada; Da. Isabel Manrique,
Da. Aldonza Villalobos y Da. Beatriz de la Cueva, el de Gobernadora; y Da. Isabel Barreto el
de Almirante. En cuanto a los descendientes de españoles
aquí nacidos, dieron origen a la estirpe “criolla”, jurídicamente equiparados
–a diferencia de lo que ocurre con los “kelpers” de nuestras Islas Malvinas- a
los nativos de España (como lo prueban Hernandarias –cuatro veces Gobernador- y
el mexicano Vértiz, sobresaliente Virrey del Río de la Plata).
[74] Dice textualmente la 99 de las citadas “Ordenanzas de Poblaciones” de Don
Felipe II ((Ley 6, Título 6, Libro 4 de la “Recopilación
de las Leyes de Indias”): “Por honrar
las personas, hijos y descendientes legítimos de los que se obligaren a hacer
población y la hubieren acabado y cumplido su asiento, les hazemos Hijos–dalgo
de solar conocido para que en aquella población, y otras cualesquier parte de
las Indias, sean Hijos-dalgo y personas nobles de linage y solar conocido, y
por tales sean havidos y tenidos, y les concedemos todas las honras y
preeminencias que deven haber y gozar todos los Hijos–dalgo y Cavalleros destos
Reynos de Castilla, según fueros, leyes y costumbres de España”.
[75] V. G.: Las preferencia para descubridores,
pacificadores y pobladores –y sus descendientes- dispuestas en las leyes 2, 3,
4, 5 y 7 del mismo Título, Libro y Recopilación.
[76] En efecto: mientras Carlos I de España –el quinto
Emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico de ese nombre- llamaba “Mis Primos” a los 25 títulos con
“Grandeza de España” –por él creada en 1520- y “Mis Parientes” a los demás titulados, se dirigía a los caciques
indios –desde la carta que en 1543 envió con el Obispo Juan de Zumárraga a “los reyes, príncipes y señores”, al
reiniciar la conquista- como “Mis
hermanos”, expresión que reiteró en una Real Cédula de 1545, en la cual,
además, les concedió la
Muy Insigne Orden del Toisón de Oro “a perpetuidad” (tema que hemos desarrollado exhaustivamente en
nuestra conferencia “La nobleza aborigen
americana en la concepción de Carlos V”, dictada en nuestro país y en
España). ¡Cuán diferente fue la actitud de su rival Francisco I, Rey de
Francia, quien afirmaba que “los indios
son salvajes que viven sin conocimiento de Dios y sin uso de razón”!
[77] Así: los de Tlaxcala –en México- y los
Chachapoyas y Cañares (o Cañaris), de Ecuador y Perú.
[78] Respectivamente, Aztecas e Incas, en los casos de la
nota anterior.
[79] Calificados de “ovejas mansas” por Las Casas y luego tenidos como arquetipos del
inocente “buen salvaje” de Rousseau.
No lo confirman los casos de aplicación de la llamada “justicia indígena”, que
rige hoy en Bolivia y Ecuador
[80] Excepto los cautivos en “justa guerra”, según el “Requerimiento”
de Palacios Rubios. Derogada, por los abusos, la excepción el 2 de agosto de
1530, fue restablecida en 1534 y restringida en las Leyes Nuevas de 1542 sólo a
los siempre rebeldes caribes y araucanos (junto a los filipinos mindanaos),
pasando así a la
Recopilación de 1680 (Leyes del T.2, Lib. 6).
[81] Por Real Cédula del 20 de junio de 1500. Por
serlo, debían pagar “pechos” entre los 18 y los 50 años de edad, excepto
los caciques y sus hijos mayores, los alcaldes de reducciones, las mujeres, los
indios de Tlaxcala, y los que se sometían pacíficamente (éstos, sólo por el
plazo de 10 años). Tales tributos debían ser moderados, podían abonarse en
dinero o en frutos de la tierra de cada comarca –según tasación de los
Visitadores, designados por las Audiencias- y no exceder los que continuaban
pagando a sus señores naturales. A propósito, la Corona debió defender a los
indios de las exacciones de los caciques, disponiendo su tasación y –de ser
excesivos- su reducción, mediante real cédula del 18 de mayo de 1552 –recordada
por otra del 20 de agosto de 1739, en la que además se anulaban los tributos “impuestos tiránicamente”, respetándose
sólo “los que tuvieran antigüedad y justo
título”-, reiterado ello en las de 15 de septiembre de 1775 y 18 de
diciembre de 1778. Esto lo confirma el sabio Alexander von Humboldt: ““Las familias que gozan de los derechos
hereditarios del cacicazgo, lejos de proteger la casta de los naturales
tributarios, abusan, las más de las veces, de su influjo sobre ellos” (En “Ensayo político sobre el reino de la Nueva España”;
Porrúa; México, 1978; pág. 67).
[82] O “de explotación”, para sus detractores.
[83] De origen castellano, de las que había en 1673 sólo 210
en el Río de la Plata,
con un promedio de 38 indios en cada una.
[84] En efecto: ambas instituciones son incaicas
y se practicaban profusamente en todo su Imperio.
[85] Este Oidor de la Audiencia de Charcas
señala que algunas señoras traían de criadas a muchachas de la encomienda; que
otras hacían trabajar a mujeres, niños –o sea, de menos de 15 años- o viejos
(mayores de 50 años), y que algunos encomenderos vivían amancebados con indias.
[86] Cuales el Obispo Trejo y Sanabria y del Gobernador
Hernando Arias de Saavedra –en sus Memoriales de 1598 y 1603-, amén de los
padres Mercedarios y Jesuitas.
[87] Que eran, por lo general, considerados miembros de la
familia del encomendero y –por ende- criados y curados por su ama. Lo demuestra
irrefutablemente lo sucedido con los indios de la encomienda de Hernandarias,
que –al recibir la noticia de que eran libres-
se rebelaron contra él, entendiendo que los abandonaba (en evidente
ejemplo de que ese sistema fue quizá el mejor para lograr relacionarse con el
indio y cumplir los fines de la conquista).
[88] Desde la más remota antigüedad –también en América, antes
de la llegada de los conquistadores- hasta nuestros días (en que se estima
–como promedio- que existen 20.000.000 de esclavos).
[89] Por razones ideológicas, el único mencionado (y como
el primigenio) es Las Casas, quien concluyó su famosa “Brevísima relación de la destrucción de las Indias” –en la que
todo es verosímil, pero poco comprobable- a fines de 1542, publicándose diez
años después. Sus adictos afirman, por ejemplo, que consideraba que todo hombre
es digno de ser respetado y substancialmente idéntico a los demás, y que su
libertad es –luego de la vida- la cosa más preciosa y estimable, por lo cual la
esclavitud va contra la ley natural. Sin embargo, en sus Memoriales de 1531 y
1542 promovió la esclavitud de los negros, tolerando la practicada entre los
indios (que, por ejemplo, llevó a la muerte a 20.000 prisioneros durante la
construcción de la pirámide de Huitzilopochtli). Otra de sus contradicciones
fue calificar de “robo” todo lo que se sacase de América, mientras cobraba
elevados estipendios como Procurador de los Indios. También se le ha criticado
que –amén de interpolar textos al transcribir documentos oficiales (VG: en las
Bulas de Alejandro VI)- luego de ser designado Obispo de Chiapas regresó en 1547 a la metrópoli, donde
residió hasta morir en 1566.
[90] Cuya ardor tuitivo está presente hasta en su
testamento, así: “Suplico al Rey mi Señor
muy afectuosamente, y encargo y mando a la Princesa mi hija, y al Príncipe su marido, que …
pongan mucha diligencia, y no consientan ni den lugar a que los Indios vecinos
y moradores de las dichas Islas y Tierra firme, ganados y por ganar, reciban
agravio alguno en sus personas y bienes, mas manden que sean bien y justamente
tratados, y si algún agravio han recibido, lo remedien, y provean de manera que
no se exceda cosa alguna lo que por las letras apostólicas de la dicha
concesión nos es inyungido y mandado. Y Nos, a imitación de su Católico y
piadoso zelo, ordenamos y mandamos a los Virreyes, Presidentes, Audiencias,
Gobernadores y Justicias Reales, y encargamos a los Arzobispos, Obispos y
preelados Eclesiásticos, que tengan esta cláusula muy presente, y guarden lo
dispuesto por las leyes, que en orden a la conversión de los naturales, y su
Cristiana y Católica doctrina, enseñanza y buen tratamiento están dados.”
(Recop.: Ley 1, Tít. 10, Lib.. 6).
[91] Con sus famosos sermones en Santo Domingo, en el
adviento de 1511.
[92] Como Regente de la Corona de Castilla, envió
en abril de 1516 a
tres frailes Jerónimos para gobernar La Española y nombró a Las Casas “Protector de los
Indios”.
[93] En 1539 dictó en la Universidad de Salamanca su famosa lección “Relectio de Indiis recenter inventis”.
[94] Que sancionó las “Leyes
Nuevas” de 1542.
[95] Quien –a pedido del mestizo Diego de Torres y Moyachoque, Cacique
de Turmequé (hijo de un capitán
encomendero y de una princesa chibcha), como lo ha demostrado el jurista
colombiano Hernán Olano García- institucionalizó en 1596 el cargo de “Defensor de los Indios”, ignorado
precedente del “ombudsman” o Defensor del Pueblo, que consagra la Constitución sueca de
1809. Pero, sin duda alguna, su máxima gloria en este tema es la sanción –en
Madrid, el 19 de diciembre de 1593- de una casi desconocida norma, única en la
legislación universal, que dispone: “Ordenamos
y mandamos que sean castigados con mayor rigor los Españoles que injuriaren u
ofendieren o maltrataren a Indios que si los mismos delitos se cometiesen
contra Españoles, y los declaramos por delitos públicos ”(Recop.: Ley 21,
Tít. 10, Libro 6).
[96] Confr.: “El
Padre Las Casas: su verdadera personalidad” (Madrid; Espasa-Calpe, 1963).
[97] Ha escrito Francisco López de Gómara que "la mayor cosa después de la creación
del mundo, sacando la encarnación y muerte del que lo creó, es el
descubrimiento de Indias"; y nuestro Enrique de Gandía: “España fue –teórica y prácticamente- la
nación colonizadora por excelencia, la mejor colonizadora que hubo en el
mundo”. Además, considera al encomendero “la figura más noble y abnegada de la colonización americana” (En “Francisco de Alfaro y la condición social
de los indios - Río de la Plata,
Paraguay, Tucumán y Perú - Siglos XVI y XVII”; El Ateneo; Buenos Aires,
1939).
[98] Por ejemplo: Humboldt –que habiendo
visitado, entre otras, las minas de Guanajuato en 1804- escribió en su ya
citada obra: “Es un trabajo libre; no hay
rastro de la mita. En ninguna parte goza el común del pueblo más perfectamente
del fruto de sus fatigas; no hay ley ninguna que fuerce al indio” y “Acaso tendríamos por más feliz la suerte de
los indios, si los comparásemos con la gente del campo de la Curlandia, de la Rusia y de una gran parte de
la Alemania
Septentrional.” (págs. 48 y 66-67); y en “Acerca de la esclavitud” habla “de la sabiduría y de la dulzura de la
legislación española”; el historiador norteamericano Edward Gaylord Bourne
(1860-1908), quien calificó la “Recopilación
de las Leyes de Indias” de "Monumento
de protección y benevolencia" (agregamos que incluso en el tratamiento
de los negros libres –a los que refiere ya una Real Cédula del 27 de abril de
1574-, cuyo tributo “no podrá ser igual,
sino conforme a la hacienda de cada uno”, estando exceptuados “los viejos, niños y mujeres que no tuvieren
casa ni hacienda”, según su L. 1, Tít. 5, Lib. 7); William Howard Taft
–Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica de 1908 a 1912-, que expresó: “Los que hemos tenido la oportunidad de
ponernos en contacto con la civilización de la raza española y de sus
descendientes en América, hemos podido advertir que la raza anglosajona, a
pesar de su engreimiento, tiene mucho que aprender del refinamiento
intelectual, de la capacidad de raciocinio, del temperamento artístico, de la
imaginación poética, de los grandes ideales y de la cortesía de las razas
americano-españolas. Es preciso conocer la historia de las colonias (sic) españolas en América para darse cuenta de
la enorme suma de energías empleadas por España, sin ayuda alguna, en la obra
de la civilización. Las grandes obras públicas realizadas por ella en muchas
partes del Nuevo Mundo, ofrecen testimonios de su perseverancia y su espíritu
emprendedor, en siglos en que nosotros, los del mundo anglo-sajón, estábamos
empeñados en empresas más modestas. La historia de los primeros navegantes y de
las primeras colonias españolas, se agranda a medida que se la estudia mejor”;
y el historiador alemán Ludwig Pfandl (1881-1942), quien enfatiza: “Nada empero se dice de tanta humanidad y
honradez y de tanta caridad salvadora y dispensadora de bendiciones como los
misioneros españoles de la Fe
derramaron sobre los pueblos sometidos”.
[99] “A
España tenemos que agradecérselo todo”, exclamó Antonio Maceo (1845-1896),
héroe de las guerras de la independencia cubana y ciertamente uno de los
adversarios más fervorosos que España jamás haya enfrentado.
[100] Nos proclamamos así tributarios de las dos
fuentes: la indígena –que, pese a no conformar una unidad continental, proporcionó componentes que merecen ser
reconocidos- y la española, que nos aportó la porción mayor de nuestro acervo
cultural (del que forma parte la Fe
que mayoritariamente profesamos y la lengua que nos une y comunica). Esa es, en
síntesis, la verdadera “raza” que surgió a partir de aquél 12 de octubre –fecha
hoy tan vilipendiada en Hispanoamérica (en Venezuela, el presidente Hugo Chávez
la declaró en 2002 “Día de la Resistencia Indígena”
y, en nuestro país, la provincia de La
Pampa en 2006 “Día de
luto”) mientras en los Estados Unidos de Norteamérica es festejado
jubilosamente como “Día de Colón”- y
que honramos –adhiriendo a los conceptos que Ignacio Tejerina Carreras y Luis
Mesquita Errea desarrollan en sus artículos “Día
de la Raza: Día
de la América
criolla” y “Reflexiones sobre el 12
de octubre” (publicados ambos en “El
Diario” de Paraná, en octubre de
2004- en cada nuevo aniversario.
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