Colegio Español de Nuestra Señora del Pilar y Santiago Apóstol

COLEGIO ESPAÑOL DE NUESTRA SEÑORA DEL PILAR Y SANTIAGO APÓSTOL
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martes, 1 de septiembre de 2015

Arte y cultura de las Misiones... (última parte) por el Prof. Darko Sustersic

La eficiencia de las misiones y las razones de la expulsión
 
Yo publiqué un libro llamado “Las Imágenes Conquistadoras”. Al lado de los ejércitos, iban acompañándolos cantidades de imágenes. Las imágenes cumplían la función de la conquista en el pueblo mexicano y después en otros pueblos. Pero no tuvieron en cuenta “La Conquista Espiritual” que es el título del libro del Padre Montoya, él habla de la conquista espiritual. Los guaraníes una vez escribieron una carta al rey donde dice: “Nosotros no somos vasallos suyos por las armas, sino somos vasallos por persuasión de los padres jesuitas”.

Lamentablemente, después se los privó de los padres jesuitas que fueron expulsados y se trajo a otros sacerdotes que no sabían guaraní, y que no estaban compenetrados de esa cultura guaraní. Por eso el proyecto, poco a poco, fue cayendo, pero sobre todo por los administradores.

A los administradores españoles, lo único que les interesaba era la producción de la yerba, porque la yerba mate se comercializaba muy bien. Se comercializaba en Buenos Aires, llegaba a Mendoza, pasaba a Chile, y de Chile a Perú. Los que han estudiado platería van a encontrar que hasta 1780 hay platería peruana de mate. Después se interrumpió y lo reemplazaron las chocolateras porque no llegaba más la yerba por la expulsión. Dentro del territorio Argentino la yerba fue recuperando su mercado, pero nunca fue como la época jesuítica en la que había una ruta de la yerba mate y funcionaba a la maravilla. Los comerciantes de Asunción se sentían desplazados porque en el comercio se prefería la yerba de las misiones. Era de mejor calidad, ya que los misioneros, los jesuitas, encontraron el secreto del cultivo de la yerba. No se conocía secreto, era algo muy difícil el cultivo de la yerba: si se planta la semilla de la yerba no crece nada. Pero un jesuita descubrió que en el gallinero las semillas de yerba que habían sido digeridas, que estuvieron en el buche de las gallinas, esas semillas sí brotaban, porque el embuche disolvía la cáscara. Entonces directamente sacaban la cáscara a la semilla, y así todos los pueblos de las misiones tenían plantaciones de yerba mate. Y una yerba que se valoraba en el mercado mejor que la de Asunción, porque las de Asunción se traían de los bosques, de la selva, no se cultivaba como la de las misiones.

En Asunción morían muchos de los que llevaban esa yerba, ya sea bajo la carga, por las serpientes, pues iban a buscarlas al monte. Era un peligro enorme. Y los los indios que se encomendaban, se escapaban, pues no querían estar en la encomienda. Todos buscaban ir a las reducciones. Por eso se quejaban al rey constantemente.

Así en el tema de las yerbas el Consejo de Indias dispuso que cada reducción, cada treinta días, podía vender tantas arrobas de yerba. Y los asunceños tenían su parte. Así se pacificó un poco el tema y los indios guaraníes se conformaron con la venta de una dosis limitada. Con eso pagaban el impuesto al rey. Porque como ellos no estaban encomendados a encomendero alguno se consideraban encomendados a la cabeza del rey. Pero tenían que pagarle un impuesto en metálico que se conseguía vendiendo la yerba. La yerba era el principal producto para el mercado, para abastecerse de todas las cosas que no se producían en las misiones como los metales, las tijeras, los cuchillos, etc. Todo eso se importaba y se pagaba con la yerba.


Poco a poco en las misiones se fueron mejorando los cultivos y se produjo también tabaco. El tabaco era muy preciado de las misiones, aún hoy, y se vendía muy bien. También el algodón de las misiones se vendía muy bien. En Buenos Aires está la procuraduría de las misiones; todavía está el edificio en la manzana de las luces que ahora se restauró y quedó muy bien. Cuando vayan a Buenos Aires vean la Iglesia de San Ignacio; atrás está la procuraduría. Todo el Colegio y la Universidad eran de la Compañía de Jesús en su tiempo y en la procuraduría los indios dejaban todo y recibían los productos que necesitaban. No tenían que ir vendiendo la yerba casa por casa.

En la última época tenían su propio barco, así que tampoco pagaban flete para llevar los productos, sino el propio barco llevaba la yerba y traía todo de vuelta. Y ahí tenemos oportunidad de ver la contabilidad de los jesuitas, era una contabilidad extraordinaria. Recuerdo en este momento una carta de un padre a quien le llegó el cargamento de todo lo que él pidió pero le faltaban diez botones: “me faltan diez botones; y ese barco pasó, para llegar allá, por todos los pueblos anteriores (los nombra)”. Se investiga el tema y se encuentran los diez botones que faltan.

Tenían una contabilidad realmente extraordinaria y cuando había problemas de abastecimiento (porque estaban las sequías, las pestes y las plagas de langostas, que ahora no se conocen ya, pero en ese tiempo sí. En San Luis caía la plaga de langosta y no dejaba nada, eran terribles, y después que se fumigó en el norte la langosta desapareció. Pero en ese tiempo las langostas eran uno de los problemas) los pueblos que sufrían de la langosta tomaban después adelantado de otros pueblos que les prestaban para las semillas del año siguiente y para el autoabastecimiento.

Los precios eran fijos. O sea que ellos no tenían que ir preguntando “¿a cuánto me vende en maíz?”, que en una época de carestía seguro subía. No. Ellos tenían sus libros con sus precios. Entonces tomaban el maíz y devolvían al precio que estaba fijado en el libro. Era una economía realmente extraordinaria, funcionaba muy bien y los vecinos tenían una envidia enorme y los acusaban de tener minas de oro porque no podían vivir en tanta prosperidad sin tener minas de oro. Para los españoles todas las riquezas siempre vienen del oro[1]. Hicieron muchas denuncias y muchas búsquedas de esas minas de oro. Nunca las encontraron, porque en esas zonas no hay minas de oro.

Pero los libelos que circulaban acusando a los jesuitas de que no pagaban bien los impuestos, que querían a todos los indios con ellos y privaban a los encomenderos de Asunción de la mano de obra indígena, todas esas acusaciones, fueron eliminando la confianza de Madrid en los jesuitas. Y llegó el punto en que Carlos III los expulsó de todas las misiones de Filipinas tanto como de América.


El problema con los bandeirantes

 

Esto es un resumen, un poco de la historia de las misiones que explica, no solo los libelos, porque se escribía mucho en contra de los jesuitas y hoy en día se conocen esos escritos. Los jesuitas escribieron en contra, defendiéndose, sobre todo después de la expulsión. Esto fue un gran beneficio para la historia, porque tenemos libros de Peramás y de muchos misioneros que escribieron excelentes cartas todas apologéticas, en defensa de las misiones y en defensa de las acusaciones sobre todo de los asunceños en América y en Europa de la masonería. Estos fueron los dos enemigos que determinaron finalmente la expulsión.

Pero el proyecto misionero quedó y muchos sociólogos hoy estudian las misiones como una reserva de proyectos para la humanidad; porque estudiando las misiones se pueden ver cosas que han funcionado muy bien y que pueden volver a funcionar. El padre Carbonell De Masy, un jesuita actual, estudió el tema de las cooperativas, y dice que el origen de las cooperativas está en las misiones y en la cultura guaraní, porque ya en la cultura guaraní se practicaba un sistema de cooperativa embrionario muy primitivo que los jesuitas desarrollaron y que permitieron un abastecimiento y un funcionamiento de las misiones al margen de los acontecimientos, de los problemas, de las hambrunas, y de todos los problemas que pueden surgir en una población.

Uno de los primeros problemas de los jesuitas han sido los portugueses, habitantes de San Pablo, que se llamaban “bandeirantes”, porque ellos recorrían la selva atacando indios y los vendían en los mercados de San Pablo, sobre todo para las plantaciones de caña de azúcar porque necesitaban mano de obra. Pero cuando esos bandeirantes descubrieron que tenían en los pueblos jesuíticos dos mil, tres mil, cinco mil guaraníes todos con su oficio, se dedicaron a destruir las misiones llevándose a esos indios a San Pablo que cotizaban mucho mejor que los del monte. Pero como avanzaba el tema de destruir todas las misiones, se reunieron los jesuitas en Córdoba que era la capital, y unos eran partidarios de volver a mandar a los guaraníes al monte, porque en el monte se defendían mejor ellos, eran difíciles de cazar a pesar de que los bandeirantes utilizaban los perros mastines que los iban rastreando por el monte. A pesar de eso, los guaraníes se defendían mejor en el monte. Entonces algunos decían “liberémoslos, dejemos los pueblos”. Y otros decían, “no, nosotros tenemos que defenderlos”. Y los soldados blancos de Asunción y Buenos Aires tienen que venir a pelear y defender las misiones.

Con todos los pedidos que hicieron ningún soldado llegó a las misiones. Entonces Ruiz de Montoya dijo: “tenemos que darles armas. Me voy a Madrid a pedir armas de fuego”. Porque los guaraníes y los indios jamás podían poseer un arma de fuego. Entonces el rey, después de un año, casi, de consultas y explicaciones mandó todo al Consejo de Indias que determinó que los guaraníes podían usar armas de fuego.

Pero mientras tanto ya los misioneros les enseñaron a los indios a forjar el hierro. Instalaron una fragua muy grande en Loreto. Ahí los guaraníes trabajaron el hierro y hacían puntas de flecha de acero, puntas de lanza de acero, y con eso ellos sentían que podían enfrentar a los portugueses. Un hermano jesuita que fue soldado en Chile, estuvo ensayando hasta que logró fabricar unos pequeños cañoncitos forrados en cuero de buey, que mojados se encogían, y permitían hasta cinco tiros. Hicieron balsas donde llevaban diez o veinte de esos caños que son livianos. Un sólo cañón los hundiría en la barca. Pero de madera en cañas de bambú y troncos de naranjos resistían bien. Entonces equiparon como cuarenta balsas con esos cañoncitos.

Los guaraníes practicaron y eran excelentes artilleros. (Urquiza en Caseros tenían un artillero guaraní. En la defensa de Montevideo un guaraní artillero hundió un barco inglés; le pegó tan justo en la santa bárbara que explotó el barco). Fueron grandes artilleros los guaraníes, y empezaron ahí.

La Batalla de Mbororé

 Y esto se puso en función en la batalla de Mbororé en 1641 en la que vino una flota enorme de casi trescientas canoas paulistas armadas hasta los dientes para entrar a las misiones (porque cada día los guaraníes resistían mejor). Llegaron hasta el arroyo por donde tenían todas las balsas preparadas y bien atadas. Los jesuitas de arriba del cerro Mbororé (que tiene unas playas alrededor) con el catalejo fueron viendo cómo llegaba la flota. Se presentaron el lunes a la mañana de la semana santa del año 1641. Entonces los jesuitas dieron orden a los guaraníes de entrar en batalla. Cortaron las ataduras y el arroyo que había crecido mucho porque había llovido el domingo, arrastró las balsas y las enfrentó en el Rio Uruguay frente a la invasión brasileña. Y empezaron a tirar los guaraníes con los cañones y los paulistas con los arcabuces.

Pero los arcabuces no llegaban, no tenían esa potencia. Y los cañones llegaban: tiraban piedras y hundían canoas. Tal fue la desesperación de los portugueses que fueron todos a la costa, desembarcaron ahí e hicieron una empalizada para resistir. Pero en la costa estaban los guaraníes emboscados. Lucharon toda la semana, y el viernes santo treparon por la empalizada, la destruyeron y los portugueses se escaparon y llegaron de vuelta a San Pablo, muy pocos. Tan pocos que nunca más hubo una invasión.

Entonces las misiones, que parecía que ya se acababan, florecieron hasta el año 1720 – 1730 muy bien, sin ningún problema. Aumentaron la población que llegó hasta los 145.000 habitantes. Pero en el año 1730 hubo una peste terrible de viruela y la población bajó hasta casi la mitad: 75.000 habitantes. Casi la mitad se perdió.

Brasanelli, un hermano escultor y artista milanés, que vino y que dejó llena las misiones con esculturas murió en el año 1728 atendiendo a sus escultores en el hospital. (Hemos analizado aquí que los guaraníes se inspiraron en el barroco en todo menos en la mirada. En la mirada conservaban esa mirada bizantina de los ojos abiertos que justamente miraba al pueblo guarní. Eso lo conservaron. Lo demás aprendieron e imitaron el barroco). Fue una crisis enorme, y muchos pensaban que las misiones se terminaban.

Pero los misioneros volvieron a trabajar, hicieron mejores cultivos para alimentar muy bien a esa población, y las misiones poco a poco volvieron a crecer y se estabilizaron con alrededor de 100.000 habitantes.


Conclusión
Finalmente los guaraníes y misioneros no tuvieron más problemas, hasta que el rey decidió hacer un tratado de permuta y la Colonia de Sacramento, que fundaron los portugueses, se cambió por todos los territorios brasileños que tenían los misioneros donde tenían sus estancias. Había siete pueblos, pero había muchas estancias de donde venía todo el alimento de la carne para las misiones. Eso fue un golpe muy grande y los guaraníes se rebelaron.

Hubo una guerra guaranítica donde los guaraníes pelearon contra los españoles y los jesuitas esta vez no los apoyaron, porque de Roma tenían la orden de acatar las órdenes del Rey. Entonces los guaraníes fueron derrotados, los jesuitas expulsados y se terminó ese Sacro Experimento, que social, económica, culturalmente y en todos los campos fue un éxito enorme; demasiado grande para no provocar la envidia y la codicia de sus vecinos y sobre todo de la masonería en Europa.

Prof. Darko Sustersic
 
Recurso didáctico para enseñar estos temas: imágenes de las misiones, Video de Youtube, hacer click aquí

[1] Estaba vigente el mercantilismo que cifraba la riqueza de las naciones en la abundancia de metálico.

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