La
Virgen había visitado el monasterio del Monte Carmelo cuando estaba en Tierra
Santa, y lo vuelve a visitar cuando el monasterio se traslada a Europa a causa
de las persecuciones. En el siglo XIII, la Virgen María se le apareció a San
Simón Stock, quien en ese momento era Superior del convento, como Nuestra
Señora del Carmen. El motivo de la aparición, de la venida desde el cielo, era
hacer a sus hijos del Carmelo un don inapreciable: su propio manto, el
escapulario de la Virgen del Carmen.
Según relata el mismo San Simón Stock, se encontraba él en oración, cuando se le aparece la misma Madre de Dios para decirle: “Amadísimo hijo, recibe el escapulario de mi orden para que quien muriese llevándolo piadosamente, no padezca el fuego eterno”. La Virgen María hace el don del escapulario, que significa su manto bendito: quien lo usare en vida y quien muriera con el escapulario, su manto, no padecería el fuego eterno.
El Papa Gregorio XIII declaró verdadera esta aparición después de serios estudios, basándose además en los dones sobrenaturales que recibían los que usaban el escapulario. Esta aparición fue reconocida también por el Papa Juan XXII, que recibió una nueva aparición de la Virgen, en la que prometía sacar del purgatorio el primer sábado después de su muerte a sus devotos.
Según relata el mismo San Simón Stock, se encontraba él en oración, cuando se le aparece la misma Madre de Dios para decirle: “Amadísimo hijo, recibe el escapulario de mi orden para que quien muriese llevándolo piadosamente, no padezca el fuego eterno”. La Virgen María hace el don del escapulario, que significa su manto bendito: quien lo usare en vida y quien muriera con el escapulario, su manto, no padecería el fuego eterno.
El Papa Gregorio XIII declaró verdadera esta aparición después de serios estudios, basándose además en los dones sobrenaturales que recibían los que usaban el escapulario. Esta aparición fue reconocida también por el Papa Juan XXII, que recibió una nueva aparición de la Virgen, en la que prometía sacar del purgatorio el primer sábado después de su muerte a sus devotos.
LA
VIRGEN DEL CARMEN EN MENDOZA
La
Virgen María no se apareció visiblemente en nuestras tierras, sin embargo,
encontró el modo de hacerse presente: llegó con los misioneros españoles bajo
la advocación de Nuestra Señora del Carmen. La devoción se había difundido por
toda Europa y entre sus devotos, se encontraban santos como San Juan de la Cruz
y Santa Teresa; por eso es que llega a estas tierras americanas con los
misioneros y los conquistadores, y empieza a ser venerada por los indígenas y
criollos desde mediados del siglo XVI.
En
Mendoza existía una hermosa tradición a favor de la Virgen del Carmen desde los
años de su fundación, que había sido introducida por los jesuitas; al ser
expulsados éstos de América, los franciscanos en Mendoza recibieron todos los
elementos dejados por los mismos: Iglesias, libros educación de la juventud,
etc. Así continuó la devoción a la Virgen del Carmen, existiendo cofradías que tenían
influencia en los numerosos fieles que acudían al templo de San Francisco.
La
Virgen del Carmen de Cuyo es la contraparte Argentina de la Virgen del Carmen
de Maipú. Es la misma devoción, solo que regional, que veneraron los
libertadores de la zona de los Andes. Es la Generala del Ejército Argentina y
“vive” en Mendoza.
Ya en el siglo XVIII se encuentra en la capital de
la Provincia de Mendoza la imagen que hoy se venera, pues don Pedro de Núñez
caballero de gran fortuna y devoción, donó la imagen y todo lo necesario para
el culto de la Virgen del Carmen. Primero estuvo en el templo de los Padres
Jesuitas estando fundada la Cofradía. En 1776, a raíz de la expulsión de la
Orden, la imagen fue trasladada a la Iglesia de San Francisco, desde donde
presidiría una de las más bellas jornadas de la historia de la patria
Argentina.
La Gobernación
de Cuyo era muy devota de Nuestra Señora del Carmen. El
General San Martín era muy devoto de Nuestra Señora de las Mercedes, razón por
la cual le puso ese nombre a su hija, pero en Mendoza optó por la advocación
del Carmen para respetar la devoción más común en la zona, previa consulta con
sus compañeros de armas.
También entre
los próceres argentinos era muy devoto de la Virgen del Carmen, el General Juan
Gregorio de las Heras, el que ayudaba a llevar sus andas en las procesiones del
16 de julio. Formó un hogar piadoso y al morir en Chile pidió a sus hijos que
en cuanto pudieran lo trasladaran a tierra argentina.
Llega el año 1814, momento en el que San Martín hará de los
pacíficos habitantes de Cuyo, heroicos soldados forjadores de libertad, pero
ellos necesitarán una Madre que los ampare y de sentido a tanto sacrificio.
Es conocida la
profunda devoción que el Libertador profesó a la Virgen y que lo hizo nombrarla
Generala de su Ejército, superando los respetos humanos de una época en la que
el liberalismo había impuesto la idea de que “la religión es asunto privado”.
Tanta importancia dio al tema, que lo decidió con su Estado Mayor, según dice el General Espejo en su obra El Paso de los Andes: “la devoción a la Virgen del Carmen estaba muy arraigada en Cuyo y casi todos los soldados llevaban su escapulario, por eso fue ella la que tuvo preferencia”.
Y más adelante describe la brillante ceremonia (5 de enero de 1817) durante la cual San Martín le entrega su bastón de mando, la nombra Generala, y hace bendecir también la Bandera de los Andes, “saludada por dianas y la banda con cajas y clarines, mientras rompía una salva de veintiún cañonazos, ante el ejército de gran gala y todo el pueblo de Mendoza”.
Después de las
victorias de Chacabuco y Maipú, el libertador dirigió al Superior del convento
de San Francisco de Mendoza, la siguiente carta, cuyo original se exhibe, junto
al bastón de mando, en la misma Basílica.
“La decidida
protección y ayuda que ha prestado al Ejército de los Andes su Patrona y
Generala, Nuestra Madre y Señora del Carmen, son demasiado visibles. Un
cristiano reconocimiento me estimula a presentar a dicha Señora, que se venera
en el Convento que rige Vuestra Paternidad, el adjunto bastón como propiedad
suya y como distintivo del mando supremo que Ella tiene sobre dicho Ejército”.
Dios guarde a
V. P. Muchos años.
Mendoza y
Agosto 12 de 1818.
José de San
Martín
Ambas
reliquias, el bastón y la carta, se conservan hoy en el Camarín de la Virgen,
como mudos testigos de la parte que Ella tuvo en la grandeza de alma del
Libertador.
Coronación pontificia
Por inquietud de Fray Leonardo Maldonado, el Papa Pío X,
decretó: “que la Sagrada Imagen de la Virgen María bajo el título del Carmen
que se venera en la Iglesia de San Francisco en Mendoza, sea con voto solemne
coronada con corona de oro”. Apoyó su resolución en la “Suficiente constancia
que existe de la popular veneración de la imagen, de su fama y celebridad como
también de las gracias admirables y celestiales, dones concedidos copiosamente
por ella”.
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