EL SIMBOLISMO FONOLÓGICO DE LA LENGUA POPULAR CATAMARQUEÑA
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Ése ha sido el gran esfuerzo y estudio del Prof. País en relación a la
lengua hispana y su correlato con la lengua catamarqueña. Veamos algunos
ejemplos: la expresión “cada mochuelo a su olivo”, ha pasado a emplearse en la
expresión: “cada carancho a su rancho”; o “donde hubo fuego, cenizas quedan”,
se ha localizado en: “donde camotes asaron cenizas quedaron”, en “uno carda la
lana y otro cobra fama”, se acriolló en: “uno calienta el agua y otro toma
mate”, “estar entre Pinto y Valdemoro”, fue argentinizado como: “estar entre
San Juan y Mendoza”.
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El catamarqueñismo “albear”, deriva del sustantivo “alba”, que equivale
a decir: “despertar con las primeras luces del día”, o sea, madrugar; se dice:
“los viejos albean”, o sea “que se levantan muy temprano”. En España era más
frecuente decir “madrugar”, porque para nuestro hablante la madrugada comienza
en plena noche, es todavía hora de tinieblas.
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Lo que también puede ocurrir con vocablos de origen hispano. Lo que
interesa es el “temple” americano o criollo del término; y si hay temple
criollo en indigenismos como “pampa”, “mate”, “bohío”, “chamaco”, “pangaré”,
como también lo hay, es innegable, en voces de origen hispánico, como: “pago”,
“parejero”, “yerba”, “rancho”, “estancia”, etc.
Muchos indigenismos parecen haberse sumado al español popular de
Hispanoamérica por cierta similitud de recursos fono-expresivos: por ej. el catamarqueñismo
“quenco”, “línea quebrada”, “zigzag”, cuyo simbolismo fonológico se basa en el
contraste y reiteración de uso de la gutural K, a los que da sonoridad la
trabante nasal “n”.
Señala el Prof. País que una de las expresiones que le llamó la
atención en Catamarca fue le valor semántico aquí atribuido a la palabra
“gaucho”. Recuerda: “nacido y criado en Entre Ríos, el término tenía para mí
una connotación positiva: “es un buen gaucho”, significaba que el aludido era
una persona generosa, activa, de buen corazón, capaz de una acción noble, es
decir “una gauchada”. En ninguno de los niveles sociales catamarqueños
prevalecía ese sentido. Todo lo contrario. Motejar a alguien de “gaucho”
equivalía a acusarlo de “grosero”, “guarango”, “atrevido”. Acerca de este
término se han recogido distintas acepciones en determinadas zonas del país.
Pero es interesante comprobar que muchas palabras criollas, las creadas y
renovadas después de la
Colonia, aparecen a mediados y fines del S. XVIII, por ej.
“guapo”, en su acepción argentina de “fuerte”, “valeroso”, “resistente”.
Como dice Germán Arciniegas: “en los dos siglos que siguieron la venida
de Colón se fueron fundiendo las tres razas: el cobrizo, el negro (o mestizo) y
el blanco. El criollo de las pampas comenzó a manifestar su originalidad no
sólo en las palabras, sino también en las danzas, (tema éste muy interesante
para tomarlo en otra oportunidad).
Sigamos con nuestro tema. La palabra criolla “matrero” se convierte en
una forma verbal “matreriando”, así lo cuenta Lugones en “La guerra gaucha” al
aplicar el término acerca del individuo que anda por los montes, fugitivo de la
justicia. Sin embargo, la palabra es hispana, y muy antigua en el idioma:
aparece ya en el Diccionario de Antonio de Nebrija (1493); la usa Cervantes en
sus “Novelas Ejemplares”; está en algún sainete de Ramón de la Cruz, pero no significaba lo
mismo que acabamos de ver; quería decir “astuto”, “sagaz”, “experimentado”, y,
más tarde, “tramposo”, pues deriva de “mohatra”, o sea “venta fingida”,
“engaño” (del árabe muhatara), que todavía vive en España con esos contenidos.
Toda lengua genuinamente constituida se comporta como un sistema cuyos
elementos guardan relación entre sí. Así pasa por ejemplo entre el sustantivo y
el verbo, los tipos de valores primordiales en que el idioma representa la
realidad.
El sustantivo implica el hecho, la cosa, la sustancia, la esencia; el
verbo involucra el acaecer, la existencia, los perpetuos cambios en el tiempo.
Estas dos formas se cambian en la oración, que retrata la vida en función
dinámica.
La lengua popular catamarqueña en sus distintos niveles de hablantes es
muy creativa. Veamos el caso de verbos que se detienen en el sustantivo
atemporal: de “enrolar”, el pueblo saca el “enrole”; en lugar de “ordeñar”,
crea el verbo “lechar”; de “pacer”, usa “pastiar”; “vueltiar” da mejor que
“rondar”, por poner huevos, se dice “huevear”; por “recorrer el campo”, se usa
“campear”; por “sacar ventajas” “ventajear”, por hacer una cosa cualquiera:
“cosaquiar”. Son numerosos los verbos metafóricos que implican comparaciones
con actitudes animales: “cuzquear” (coquetear como los cuzcos); “gatear” (tener
aventuras nocturnas); “moniar” (imitar las acciones de los monos); “chivatear”
(saltar y brincar como los chivatos); “paviar” (hacer el papel de pavo). Hay
numerosos verbos creados sobre sustantivos indígenas de América: por ej.
“chaquear” (cazar a campo abierto, que es chaco); “mingar” (pedir una ayuda, o
sea una minga); “coquiar” (mascar coca); “hacer una simba”, es decir “trenzar”,
“chuscar”, tirar de las chiscas, cabello hirsuto, etc.
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ALGUNOS DICHOS ARGENTINOS: hay numerosos términos hispanos que se han
aclimatado a la circunstancia americana, teñidas indudablemente de nuestras raíces
ancestrales. Observemos algunas de ellas, recogidas por Federico País: “Una
punta de cosas”, antigua expresión que se origina en el léxico marinero, que
dejó tantas huellas en este continente, “punta” significa “angosta lengua de
tierra que penetra en el mar”, pasó a designar las últimas estribaciones
montañosas que se internan en la llanura, bosques y pampa. En la Argentina se dijo
metafóricamente “punta de ganado” a las avanzadas de las tropas o arreos de
ganado vacuno.
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En la próxima parte: LA TOPONIMIA
COMO MOTIVO DE INVESTIGACIÓN
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