Colegio Español de Nuestra Señora del Pilar y Santiago Apóstol

COLEGIO ESPAÑOL DE NUESTRA SEÑORA DEL PILAR Y SANTIAGO APÓSTOL
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viernes, 28 de agosto de 2015

“La Lengua como motor creador en el hispanismo”... (segunda parte) por la Mgter. Juana Collado Sastre (Catamarca)



EL SIMBOLISMO FONOLÓGICO DE LA LENGUA POPULAR CATAMARQUEÑA

El caudal de una lengua puede discurrir por causas supra-individuales, afirman los lingüistas modernos. Por ello, el hablante en general es preso del idioma heredado, y la tradición pesa tanto que lo arrastra a incurrir a veces en expresiones distorsionadas de su origen, y otras veces, a mezclarlas con otras voces, en el caso que nos ocupa, con expresiones de lenguas originarias. Así ocurre con frases hechas que van de generación en generación, y a veces, llegan o sufren otras transformaciones, propias de la lengua popular y oral.

Ése ha sido el gran esfuerzo y estudio del Prof. País en relación a la lengua hispana y su correlato con la lengua catamarqueña. Veamos algunos ejemplos: la expresión “cada mochuelo a su olivo”, ha pasado a emplearse en la expresión: “cada carancho a su rancho”; o “donde hubo fuego, cenizas quedan”, se ha localizado en: “donde camotes asaron cenizas quedaron”, en “uno carda la lana y otro cobra fama”, se acriolló en: “uno calienta el agua y otro toma mate”, “estar entre Pinto y Valdemoro”, fue argentinizado como: “estar entre San Juan y Mendoza”.
Otras expresiones regionales recogidas en Catamarca son: “sonar como caña de lampazo”; o “que se vayan a freír chumucos”, o “que se vayan a freír espárragos”, es una locución despectiva y que se le da poca importancia al hablante aludido. El chumuco es una avecilla acuática, escuálida, y de cuerpo esmirriado, y el espárrago, según se dice en España es chupar y no sacar nada, y con ese significado se ha usado la expresión antes aludida. Señala el Prof. País en sus Estudios de Dialectología que el léxico, en sus variantes regionales tiene mucho de sugestión y creatividad, y en algunos casos, son metáforas populares, donde se mezclan lo picaresco con lo humorístico, y, en algunos casos con el desprecio y la ironía. Otro caso digno de destacar:
El catamarqueñismo “albear”, deriva del sustantivo “alba”, que equivale a decir: “despertar con las primeras luces del día”, o sea, madrugar; se dice: “los viejos albean”, o sea “que se levantan muy temprano”. En España era más frecuente decir “madrugar”, porque para nuestro hablante la madrugada comienza en plena noche, es todavía hora de tinieblas.
Por eso albear le parece más elocuente y preciso. En realidad, cuando uno se levanta el día “clarea”, y es el alba el momento de iniciar las tareas. Otro caso: el término “pijotero” es una expresión de desprecio personal hacia alguien y hace referencia al vendedor de “pijotas” o pescadillas que el vendedor ofrecía en su mercancía ambulante, pero esa voz causó gracia y se la usa en sentido peyorativo. Veamos: nadie de los que usan el término “bribón” piensa en “el que vive de la briba”, o comida de limosna y pasó a ser sinónimo de forajido, bandido, canalla, cachafaz. Hay otros casos interesantes que descubre el Prof. País: “Tilín”, se aplica en Catamarca a pequeños racimos, de no más de cuatro o cinco granos de uva que cuelgan de los parrones. Esta denominación arranca de una metáfora: el pequeño racimo pende como una campanita. Otro caso: la expresión “tuntún”, no la voz que la hispanidad genera, que se oye en expresiones como “en este país todo se hace al tuntún”, o el modismo “al buen tuntún”, o sea “a la buena de Dios”. El uso catamarqueño que describimos es prueba no sólo de un singular sentido del simbolismo sonoro, sino también de una profunda vivencia innata del idioma. Y asevera País: “para lograr cierta libertad creadora no siempre es necesario salir de la lengua heredada”. En este estudio del habla popular catamarqueña, el investigador incluye palabras de origen hispánico y otras de procedencia indígena. El indigenismo vale por su simbolismo sonoro que el hablante aceptaba o no; un ejemplo: “chaguar” contiene la idea de “retorcer” en quichua, pero en el habla popular de Catamarca se ha extendido a “retorcer para extraer el agua o jugo”, donde se ve la influencia de esa sugerencia de “agua” que la palabra tiene.
Lo que también puede ocurrir con vocablos de origen hispano. Lo que interesa es el “temple” americano o criollo del término; y si hay temple criollo en indigenismos como “pampa”, “mate”, “bohío”, “chamaco”, “pangaré”, como también lo hay, es innegable, en voces de origen hispánico, como: “pago”, “parejero”, “yerba”, “rancho”, “estancia”, etc.  Muchos indigenismos parecen haberse sumado al español popular de Hispanoamérica por cierta similitud de recursos fono-expresivos: por ej. el catamarqueñismo “quenco”, “línea quebrada”, “zigzag”, cuyo simbolismo fonológico se basa en el contraste y reiteración de uso de la gutural K, a los que da sonoridad la trabante nasal “n”.
Señala el Prof. País que una de las expresiones que le llamó la atención en Catamarca fue le valor semántico aquí atribuido a la palabra “gaucho”. Recuerda: “nacido y criado en Entre Ríos, el término tenía para mí una connotación positiva: “es un buen gaucho”, significaba que el aludido era una persona generosa, activa, de buen corazón, capaz de una acción noble, es decir “una gauchada”. En ninguno de los niveles sociales catamarqueños prevalecía ese sentido. Todo lo contrario. Motejar a alguien de “gaucho” equivalía a acusarlo de “grosero”, “guarango”, “atrevido”. Acerca de este término se han recogido distintas acepciones en determinadas zonas del país. Pero es interesante comprobar que muchas palabras criollas, las creadas y renovadas después de la Colonia, aparecen a mediados y fines del S. XVIII, por ej. “guapo”, en su acepción argentina de “fuerte”, “valeroso”, “resistente”.
Como dice Germán Arciniegas: “en los dos siglos que siguieron la venida de Colón se fueron fundiendo las tres razas: el cobrizo, el negro (o mestizo) y el blanco. El criollo de las pampas comenzó a manifestar su originalidad no sólo en las palabras, sino también en las danzas, (tema éste muy interesante para tomarlo en otra oportunidad).
Sigamos con nuestro tema. La palabra criolla “matrero” se convierte en una forma verbal “matreriando”, así lo cuenta Lugones en “La guerra gaucha” al aplicar el término acerca del individuo que anda por los montes, fugitivo de la justicia. Sin embargo, la palabra es hispana, y muy antigua en el idioma: aparece ya en el Diccionario de Antonio de Nebrija (1493); la usa Cervantes en sus “Novelas Ejemplares”; está en algún sainete de Ramón de la Cruz, pero no significaba lo mismo que acabamos de ver; quería decir “astuto”, “sagaz”, “experimentado”, y, más tarde, “tramposo”, pues deriva de “mohatra”, o sea “venta fingida”, “engaño” (del árabe muhatara), que todavía vive en España con esos contenidos.
Toda lengua genuinamente constituida se comporta como un sistema cuyos elementos guardan relación entre sí. Así pasa por ejemplo entre el sustantivo y el verbo, los tipos de valores primordiales en que el idioma representa la realidad.
El sustantivo implica el hecho, la cosa, la sustancia, la esencia; el verbo involucra el acaecer, la existencia, los perpetuos cambios en el tiempo. Estas dos formas se cambian en la oración, que retrata la vida en función dinámica.
La lengua popular catamarqueña en sus distintos niveles de hablantes es muy creativa. Veamos el caso de verbos que se detienen en el sustantivo atemporal: de “enrolar”, el pueblo saca el “enrole”; en lugar de “ordeñar”, crea el verbo “lechar”; de “pacer”, usa “pastiar”; “vueltiar” da mejor que “rondar”, por poner huevos, se dice “huevear”; por “recorrer el campo”, se usa “campear”; por “sacar ventajas” “ventajear”, por hacer una cosa cualquiera: “cosaquiar”. Son numerosos los verbos metafóricos que implican comparaciones con actitudes animales: “cuzquear” (coquetear como los cuzcos); “gatear” (tener aventuras nocturnas); “moniar” (imitar las acciones de los monos); “chivatear” (saltar y brincar como los chivatos); “paviar” (hacer el papel de pavo). Hay numerosos verbos creados sobre sustantivos indígenas de América: por ej. “chaquear” (cazar a campo abierto, que es chaco); “mingar” (pedir una ayuda, o sea una minga); “coquiar” (mascar coca); “hacer una simba”, es decir “trenzar”, “chuscar”, tirar de las chiscas, cabello hirsuto, etc.
Hay otros verbos originados en costumbres y dichos populares. Veamos: “pulsear” (hacer puntería con piedras), “pechar”, por empujar; “rascuñar” por rasguñar; “zurdiar” (viejo hispanismo por “hurtar”). Dice el Prof. País que “la riqueza de verbos populares catamarqueños es inagotable y habla de una lengua no por inculta menos legal en su gestación.



ALGUNOS DICHOS ARGENTINOS: hay numerosos términos hispanos que se han aclimatado a la circunstancia americana,  teñidas indudablemente de nuestras raíces ancestrales. Observemos algunas de ellas, recogidas por Federico País: “Una punta de cosas”, antigua expresión que se origina en el léxico marinero, que dejó tantas huellas en este continente, “punta” significa “angosta lengua de tierra que penetra en el mar”, pasó a designar las últimas estribaciones montañosas que se internan en la llanura, bosques y pampa. En la Argentina se dijo metafóricamente “punta de ganado” a las avanzadas de las tropas o arreos de ganado vacuno.
Otro ejemplo: “andar de la cuarta al pértigo”, es “andar en apuros”, y proviene de la marcha de viejas y pesadas carretas que transportaban cargas y viajeros. El pértigo es la “lanza de la carreta”; “como bola sin manija”: criollísima expresión; bola era cada una de las tres esferas de madera dura, plomo o hierro que componían las boleadoras. José Hernández lo aplica en al Martín Fierro, cuando dice: “anduve cruzando el aire/como bola sin manija”, es decir, sin rumbo ni estabilidad. “Carnear, ser un carnero”: es, en la Argentina, sinónimo de “traidor”, un rompe-huelga; de allí se forjó el sustantivo “carnero”, en el sentido que “procura el fracaso de algo”. “Irse al poncho”, en el léxico estudiantil, significa “presentarse a clase, o examen, sin preparar la lección o el programa”. Esta expresión también se usa en Ecuador y Perú, con el significado de “estar a ciegas sobre algún asunto”. “Tirar a la manchancha”, en La Rioja y Catamarca se usa para decir: “recoger las monedas u obsequios lanzados al azar”. Todas estas voces y expresiones laten en el alma popular regional y ponen un toque de pintoresquismos y gracia, y cierto tonillo que enlaza con la tonada, otro tema interesante a tener en cuenta.

En la próxima parte:  LA TOPONIMIA COMO MOTIVO DE INVESTIGACIÓN

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