Desde Malargüe el profesor de historia Francisco Parada nos envía este trabajo sobre el concepto de inculturación y la obra de España en América. Lo compartimos con nuestros lectores porque creemos que es un tema de verdadero interés.
Inculturación y
Evangelización
El concepto inculturación es sin dudas nuevo en el
lenguaje de la Iglesia, pues Juan Pablo II lo incorporó y lo definió como “encarnación del evangelio en culturas
autóctonas, y a la vez introducción de estas en la vida de la Iglesia”[1]
pero aunque nuevo en lo nominal antiguo en el accionar, ya que de hecho, la historia de la iglesia es también
la historia de la inculturación. Desde su origen mismo, la iglesia, en su
misión evangelizadora ha tenido contacto con las más diversas culturas y ha
penetrado en ellas en un proceso de mutuo enriquecimiento, pero sobre todo perfeccionándolas
con el mensaje esperanzador y con la luz de la revelación.
“Vosotros soy
la sal de la tierra y la luz del mundo…y no se enciende una lámpara para
meterla debajo de un cajón”[3] fue el mensaje claro de
Jesucristo, de allí que fiel al mismo, sus discípulos darán inicio a ese
misterioso proceso de conversión del imperio romano y por ende de la cultura
occidental.
La
inculturación tiene un sentido análogo al de encarnación pues “desde el
punto de vista de la evangelización, la inculturación indica el esfuerzo de
hacer penetrar el mensaje de Cristo en un ambiente socio-cultural, buscándose
que éste crezca, según todos sus propios valores, en la medida en que son
conciliables con el Evangelio. La inculturación mira a la encarnación de la
Iglesia en todo pueblo, región o sector social, en el pleno respeto al carácter
y genio de toda colectividad humana; el término incluye la idea de enriquecimiento
recíproco de las personas y de los grupos implicados en el encuentro del
Evangelio con un ambiente social.”[4] Ha sido este (y lo seguirá siendo) el desafío de la
iglesia misionera.
Pues
entonces, ya que sin el misterio de la encarnación, muerte y resurrección de
Jesucristo el hombre andaría a tientas, sin esperanza en su destino final,
análogamente las culturas que no gozan de la inculturación evangélica están
distantes de su perfección como tal y propensas a la corrupción generalizada.
De este modo se entiende que el proceso de secularización comenzado con la
modernidad concluya en nuestros tiempos
con lo que se ha denominado la contracultura
de la muerte. Y dicho proceso ha tenido
como objetivo desterrar el reinado social de Cristo en lo que muchos autores
han llamado la apostasía de occidente.
La Cristiandad, ejemplo de inculturación
Hubo una
época en que la que podríamos llamar la Cultura católica, impregnó a la sociedad
europea y se prolongó después en América con la conquista y evangelización
española, este periodo único de nuestra historia el Papa León XIII intentó
sintetizarlo diciendo: “Hubo un tiempo en
que la filosofía del evangelio gobernaba los estados. Entonces aquella energía
propia de la sabiduría cristiana, aquella su divina virtud había compenetrado
las leyes, las instituciones, las costumbres de los pueblos, impregnando todas
las clases y relaciones de la sociedad…” ese tiempo fue la Cristiandad.
La
cristiandad se inicia con la revelación y con un largo y sacrificado proceso de
inculturación que permitió “el paso de la
antiquitas pagana a la antiquitas cristiana y que, con santo Tomás llega a
madurar”[5]
La inculturación, aunque se manifiesta en hechos
tangibles y concretos, es un accionar que trasciende lo puramente humano y fuerzas
superiores entran en juego. La formación de la Cristiandad con la sorprendente
conversión del imperio romano y la posterior fragmentación de ese orden con el
advenimiento de la modernidad, no se explica simplemente de lo puramente
histórico. Esta cuestión es lo que tan sencillamente sintetizó Hilarie Belloc
en conocida obra “Así ocurrió la Reforma”.
Dice el historiador inglés: “Hay dos
problemas históricos de importancia vital para nuestra raza. Entenderlos
adecuadamente es entendernos…El primero… ¿Cómo llego a ser bautizado el mundo
pagano? ¿Qué creó la Cristiandad? El segundo es el desastre del s. XVI. ¿Cómo
llegó la Cristiandad a naufragar? ¿Qué causó la reforma?...Ninguna de las dos
puede ser respondida totalmente, pues esos enormes cambios espirituales
provienen de poderes que están fuera de nuestra experiencia: el cielo y el infierno entran en acción”[6]
Pero aún de lo puramente histórico, es innegable que
después de siglos de fermentación, en una labor misionera sorprendente e
increíble, se dio la inculturación del evangelio en muchos pueblos que
decidieron ordenarse y vivir de acuerdo a sus principios y establecer una
sociedad esencialmente teocéntrica.
¡Y la Cristiandad tuvo su esplendor! El siglo XIII nos
dejó claros síntomas de un orden que ha llegado al punto más sobresaliente de
su historia. Santo Tomás y la Escolástica, las universidades y arte gótico, La
caballería y las cruzadas y un arquetipo de gobernante cristiano como San Luis
Rey de Francia fueron claros testimonios de aquel tiempo. De todos modos este
orden establecido sufrirá su debilitamiento y posterior caída como resultado de
un complejo proceso de ruptura que tendrá en la rebelión protestante uno de los
hechos más significativos.
De todos modos, mientras que la mayoría de las naciones
cristianas europeas se sumergían en esta crisis religiosa y por lo tanto moral,
política y social, en la Península Ibérica, los reinos transitaban la etapa
final de una larga guerra religiosa, la que una vez concluida permitiría la
unificación definitiva, dando origen a la llamada España moderna. A esta nación le corresponderá prolongar a la
Cristiandad (con aspectos accidentales muy propios) ya no solo en la península,
sino en un nuevo continente, por entonces absolutamente desconocido.
Una nueva etapa de inculturación nacía, la Hispanidad[7].
La Inculturación
de América
En breve síntesis intentábamos demostrar como la Cristiandad fue resultado
de un largo proceso de inculturación,
que puede definirse como el
esfuerzo de la Iglesia por hacer penetrar el mensaje de Cristo en un
determinado medio socio-cultural, llamándolo a crecer según todos sus valores
propios, en cuanto son conciliables con el Evangelio. Este proceso ya en crisis
en Europa, sobre todo en el S.XVI se prolongará en América, gracias a la obra
conquistadora y misionera.
A modo de ejemplo (de los muchísimos que existen y que han sido seria y
abundantemente estudiados) citaremos algunos, que demuestran que la
evangelización de América fue un claro proceso de inculturación, en el que la
madre Iglesia fue luz para una de las obras civilizadoras más trascendentales
de la historia de la humanidad, recordando que el “implantar el evangelio, impone frecuentemente una conversión de las
mentalidades y una enmienda de las costumbres: también las culturas deben ser
purificadas y restauradas en Cristo.”[9]
España preservó muchos de los elementos de las
culturas precolombinas; y uno de los ejemplos más contundentes fue lo realizado
en materia lingüística. Sabido es que la primera intención oficial fue difundir
el español; pero se chocó con dificultades obvias, por lo que se optó por el gigantesco trabajo de
aprender las lenguas nativas, lo cual, agregado a la correspondiente redacción
de vocabularios y gramática de muchas de ellas, se constituyó en un monumento
que algunos consideraron basamento de la moderna filología.
La Iglesia sostuvo, también, que el cuidado pastoral
de los aborígenes debía efectuarse en sus idiomas y en efecto se exigió al
misionero, en su labor de sacerdote, incluso de maestro de primeras letras como
lo hizo en múltiples oportunidades, conociera la lengua de parcialidad
correspondiente que debía evangelizar. Y como otro dato, absolutamente
olvidado, “Felipe II dispuso en 1.580,
que en las universidades de Lima y México se establecieran cátedras de quichua
y nahualt”[10].
Cómo no citar entre los tantos ejemplos heroicos el
del Padre Alonso de Barzana, sacerdote jesuita, quien en el s. XVI fuera
profesor en la universidad de quichua en la universidad de San Marcos de Lima y
que llegó a hablar corridamente hasta trece idiomas de los naturales y a
escribir los vocabularios de muchos de ellos.[11]
Otro de los aspectos relevantes en este proceso de
inculturación, fue que no se obligó a los aborígenes a aprender el castellano.
La orden era, solamente estimular su estudio, pero si exigirlo. En la
recopilación de Indias se lee: “Y
habiendo resuelto que convendrá introducir –la lengua- castellana, ordenamos
que a los indios se les pongan maestros, que enseñen a los que voluntariamente
la quisiera aprender.”[12]
El gran historiador Vicente Sierra en su obra “El Sentido Misional de La Conquista de
América” cita una infinidad de ejemplos, que demuestran claramente como la
obra evangelizadora asumió a las culturas precolombinas análogamente como la
divinidad de Cristo asumió la naturaleza humana. Dice Sierra “Hemos visto la importancia que la corana
dio al aprendizaje por los misioneros, de la lengua de los naturales y cómo el
tercer Concilio Limense sancionó aquella política aprobando el catecismo que
fuera puesto en la lengua quechua y aymará” y después afirma: “Pero este esfuerzo de los misioneros no
demuestra que buscaban hacer ciencia, sino llevar la fe al corazón del
indígena: a ello iban dirigidos todos sus anhelos”.[13]
Por último, cómo no recordar que “antes de mediar el siglo XVI, compuso el franciscano fray Francisco
Jiménez la primera gramática y el primer vocabulario de lengua azteca. Poco más
tarde, fray Alonso de Molina daba a conocer su Arte de la lengua de Nahuatl y
un diccionario de la misma con 29.000 palabras”.[14]
Entonces, el concepto inculturación viene de algún
modo a sintetizar lo que la iglesia
viene realizando a lo largo de dos milenios y que tiene en la evangelización de
América un paradigma para la nueva
evangelización, ya que esta se desarrolló, según las condiciones propias de la
época, en la línea de lo que hoy llamamos evangelización integral. Lo recordaba
el Papa Juan Pablo II en Santo Domingo
en 1.984 “La expansión de la cristiandad
ibérica trajo a los nuevos pueblos el don que estaba en los orígenes y la
gestación de Europa –la fe cristiana- con su poder de humanidad y salvación, de
dignidad y fraternidad, de justicia y amor” Esta preocupación se plasmaba
en hospitales, escuelas, colegios y universidades. Y más aún, podemos afirmar
que según los condicionamientos de la época, hubo notables avances en el orden
social, tanto a nivel básico familiar como a nivel ciudadano y político a
través de las reducciones, donde los aborígenes ostentaban funciones de
gobierno.
Juan Pablo II con su lucidez y claridad que lo
caracterizaba sintetizó “La cultura que
España promocionó en América estuvo impregnada
de principios y sentimientos cristianos, dando lugar a un estilo de vida
inspirado en ideales de justicia, de fraternidad y de amor. Todo ello tuvo
muchas y felices realizaciones en la actividad teológica, jurídica, educativa y
de promoción social”.[15]
Bibliografía
consultada:
Para Inculturación.
Fides et
Inculturatio:
Gregorianum 70 (1989) 625-646.
Fides et
Ratio, del sumo pontífice Juan Pablo II. http://www.vatican.va/
En general:
Alvarez
Zuleta, Enrique. España en América.
Editorial Confluencia, 2000.
Belloc,
Hilarie. Así Ocurrió la Reforma.
Ediciones Thau, 1.984.
Fosbery
Aníbal. La Cultura Católica. Ediciones digital
FASTA. 2.010.
Maetzu,
Ramiro de. Defensa de La Hispanidad.
Ediciones Thau, 1.986
Saenz,
Alfredo. La Cristiandad y su cosmovisión.
Editorial Gladius, 2.007.
Sierra,
Vicente. El Sentido Misional de la
Conquista de América. Editorial Dictio. 1.980.
[1] Slavorum Apostoli, Juan Pablo II Versión digital. http://www.vatican.va
[2] Fides et Ratio.
[3] Mateo 5. 13
[4] Pbro. Zubíllaga Manuel, México,1.992.
[5] Fosbery, Anibal. La Cultura
Católica.
[6] Belloc, Hilarie. Así Ocurrió la
Reforma. Ed. Thau. 1.984
[7] Utilizamos en concepto tal cual lo definió Ramiro de Maetzu en su
tradicional obra “Defensa de la
Hispanidad”.
[8] Es importante recordar que nuestro país se modificó el “Día de La Raza” por el de “Diversidad Cultural", para
referirnos al 12 de octubre, fecha en la que se recuerda el Descubrimiento de
América por Cristóbal Colón. Y que en este cambio nominal hay una cargada
tendencia ideológica de considerar a la conquista de América como un hecho
nefasto para las culturas aborígenes.
[9] Fides e inculturatio, 1.987.
[10] Konetzle, Richard La población
de América latina, 1.968.
[11]http://www.misionjesuitaperuana.com
[12] Cayetano Bruno, Presencia de
España en Indias.
[13] Sierra, Vicente. “El sentido
Misional de la conquista de América” Pág. 459, 460.
[14] Ibídem, pág. 107.
[15] Discurso en Santo Domingo a los obispos del CELAM (12-10-84)
No hay comentarios:
Publicar un comentario